Tengo
para mí que los actuales dirigentes de las derechas actuales son la peor
especie que se ha dado a lo largo de la historia de España. No es que los conservadores y reaccionarios
domésticos tengan motivos de objetivo reconocimiento de sus líderes históricos,
pero –sólo por poner un ejemplo— los de ahora están a muchos años luz de los Cánovas y Maura. Que eran
de la derecha pata negra, pero con un notable sentido de la política y una
sólida formación intelectual. Por supuesto, contra ellos se confrontaron
nuestros mayores.
Casado, Arrimadas y Abascal –con todo su
séquito de priostes-- conforman un grupo
de dirigentes políticos de sus respectivos partidos con una bajísima formación
intelectual; no han tenido un cursus
honorum que les proporcionara un aprendizaje político solvente y, peor
todavía, con una escasísima o nula vida profesional. Nadie recuerda haber
encargado a Casado y Arrimadas que les llevara un caso en los tribunales y,
menos todavía, tampoco nadie conoce qué trabajos de sociología ha hecho el jefe
de Vox. Entraron en
el coche oficial de muy jóvenes y siguen sin pisar el duro asfalto.
Es
cierto que la derecha española se caracterizó, salvo pocas excepciones, por su
torpeza, pero los de ahora son la más exacta expresión de la alogia. Casado,
por ejemplo, además de sufrir dicha patología es una muestra de consolidada
estupidez, o sea, la torpeza o falta de entendimiento para comprender las
cosas, que así entiende la Docta la condición de estupidez.
Este
es un botón de muestra. Casado y sus arrieros vienen insistiendo desde hace
años que Pedro Sánchez está aislado. Ahora, con
motivo de la concesión de los indultos, el dirigente del PP dice
simultáneamente que Sánchez está solo y con una serie de cómplices: la
Iglesias, los empresarios y los sindicatos. «Era de noche y sin embargo
llovía», un extraño constructo que repetía mi padre, Pepelópez,
para ver cómo reaccionaba su interlocutor. (Súperala esa, Wittgenstein).
En
resumidas cuentas, con estas derechas están aseguradas la permanente algarabía
tóxica y la confrontación sistemática sobre
todo. Hemos pasado de la política de don Tancredo
Rajoy a la del griterío de la derecha donde la premisa mayor no tiene nada que ver con la menor, ni ambas con lo que se
presenta como conclusión. El silogismo del cornudo tiene más entidad que la
cacolexia (dispensen el palabro) de Pablo Casado.
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