Jordi Sánchez,
el Enviado de Waterloo en la Tierra, ha respondido durísimamente al junquerazo. Lo ha hecho con ese estilo –estilo
viene de estilete-- cainita que es
privativo de las familias mal avenidas. Le ha llamado cobarde por partida
doble. Tanto en el terreno político como en el personal. Los dirigentes
políticos de las derechas carpetovetónicas deberían tomar nota de esta
respuesta y, ni que decir tiene, también esa doña Trotaconventos que, ahorcó los hábitos de la
política para vestir el traje seglar de montapollos, ahora con ese Colón—2.
Según
el segundo de a bordo de Waterloo, Junqueras no puede resistir las «presiones»
políticas que le vienen desde el Estado. Cobarde, pues, políticamente. Más
todavía, Junqueras estaría tocado por el tiempo que lleva en prisión. Cobarde,
por lo tanto, anímicamente. Son dos golpes terribles al hígado del primer
dirigente de ERC y, por extensión, a todo el partido. Resuena el antiguo dicho
´extra ecclesiam nulla salus´, o sea, fuera de la vía unilateral no hay
salvación.
Es
un choque entre hacer política o movimientear (excúsenme el palabro) como la
Brigata Brancaleone. Que digámoslo con contundencia hunde sus raíces en tiempos
muy antiguos en Cataluña. (Y otros lugares, por supuesto).
Con todo, el problema –otro más— es que esta situación se puede trasladar al govern de Pere Aragonès. Se corre, pues, el riesgo –toquemos madera-- de pasar de la inestabilidad conetenida a la inestabilidad pública. La burra puede volver al trigo de los tiempos de aquel orate que fue el presidente vicario, de cuyo nombre es mejor no acordarse.
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