El
acné político de Pablo
Casado le ha vuelto a jugar una mala pasada que en este caso dejará una
huella considerable. En el mismo disparate ha caído también lo que queda de Ciudadanos, estos tienen el
presente y el futuro muy en precario.
Casado
está perdiendo el oremus con motivo de los indultos y, según parece, no quiere
oír las voces que, dentro de su partido, le aconsejan moderación. Con un tono
desasosegante está recrudeciendo su oposición a las medidas de gracias al
tiempo que se confronta pública y estruendosamente con el empresariado. La
derecha con acné político dice requerir bronca, griterío al por mayor; el
empresariado necesita tranquilidad. (El sindicalismo, por otra parte, precisa
sosiego para que el ejercicio del conflicto social se haga en un clima de
estabilidad política).
Ahora
bien, este descomunal marramiau de Casado es inquietante para los empresarios
porque, en estos momentos tan críticos, introduce elementos de desequilibrio e inestabilidad.
Más todavía, el acné de Casado le ha jugado una mala pasada al calificar
despectivamente a esa ´sociedad civil´ que estaba presente en el Liceo durante
la conferencia de Pedro Sánchez. El caballerete
se ha comportado como si fuera un hooligang del Dinamo de Kiev. Como aquel
muchachete que, inaugurando su tuitter, busca notoriedad tóxica.
Hipótesis:
no creo que haya un plan preconcebido en el grupo dirigente del PP de comerle el terreno a Vox y, de paso, hacerse con
los despojos de Ciudadanos. Tiendo más a pensar que este hombre no da para más
y, sobre todo, es incapaz de metabolizar sus expectativas frustradas. Pensó que
Pedro Sánchez duraría un abrir y cerrar de ojos; creyó que la pandemia acabaría
con ese gobierno ´ilegítimo´… Demasiada chatarra para que este ojalatero pueda
hacer examen de consciencia. He dicho consciencia, no conciencia.
Pequeña
moraleja: decía el sabio santaferino Juan de Dios
Calero: «Si odias al enemigo, tu bilis te impedirá que la cabeza razone
con tino».
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Bigotes de tigre, la ley trans, por Lluís Rabell - Crónica
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