No
hace falta repetir muchas veces que el diálogo entre el gobierno central y el
autonómico será difícil y lento. Lo saben incluso los talabarteros de Alma Ata.
Así, pues, no insistamos en ello. Diríjanse, pues, los esfuerzos a resaltar las
novedades, por aparentemente insignificantes que sean, y verifíquese la marcha
del itinerario concreto. En ese sentido, es importante el encuentro de ayer
noche, cenando, el sexto Felipe, Pedro Sánchez, Pere Aragonès y la alcaldesa
Colau. Porque, tras un largo periodo de jugar al ratón y al gato, finalmente
–tras los indultos— todo indicaría que el escenario ya no es exactamente el
mismo.
Me
imagino que un grupo de hábiles componedores (así se llamaban en tiempos
antiguos a esos grupos) empezarán a verse las caras un día de estos. Serían los
sherpas que preparan los borradores a tratar en la mesa. Ya hemos hablado en
otra ocasión de la regla de oro de las técnicas de negociación: no puede
pedirse al otro lo que sabes, de antemano, que no te dará te pongas como te
pongas y hagas lo que hagas; y sé consciente de hasta dónde puedes llegar en
las concesiones que hagas. El entorno y el dintorno de un proceso negociador.
Como
hipótesis la mesa de negociaciones puede ser de no poca utilidad. (Tampoco
conviene insistir demasiado en la desalentadora frase de que «no lo resolverá
todo», porque también lo saben los zapateros remendones de Tijuana).
En
todo caso, la mesa será eficaz si sus contenidos responden a problemas
concretos, empezando por los políticos. Pero si se entra en las buhardillas de
la metafísica se corre el peligro de perder el tiempo. Las presiones de esa
metafísica vendrán en mayor medida de Waterloo
que podría adquirir protagonismo después de un lago periodo de figurante de la
función.
La mesa negociadora, decimos. Pero en toda esta historia falta un detalle relevante: ¿cómo y dónde se discute en lo concreto la problemática interna de Cataluña? Porque, a decir verdad, un servidor que apuesta por la salida –lenta y gradual, tampoco insistiré demasiado en ello— del litigio de una parte de Cataluña con el Estado español afirma sin aspavientos que ´de momento´ no me representa el govern català en esa mesa de negociaciones. Lo que no me impide considerar que la mesa pueda ser útil, deba ser provechosa… Pero ¿no hay una mesa, o una mesilla, o un pupitre para hablar de los problemas de esta Cataluña escindida en dos cachos y cómo darle la vuelta a esta situación? Vale.
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