El
Rey ha firmado los indultos. No podía ser de otra manera: aquí ordena la
Constitución, no los berrinches de ciertos políticos de secarral, determinados
tertulianos de garrafón o gacetilleros de secano. Es una cofradía que se
mostrará más irascible al verse aislada de la postura de las cancillerías
europeas y de la posición que han tomado los medios periodístico más relevantes,
favorables a la medida de gracia.
La
medida de Pedro Sánchez ha sido
extraordinariamente audaz, pues no se ha dejado impresionar por los profetas
del diluvio universal, ni por la trapacera verdad jurídica de algunos togados
de Adoración Nocturna. Decisión audaz que ha sido administrada pedagógicamente,
hablándole a la sociedad civil, en principio muy mayoritariamente contraria al
indulto, con claridad. Sabiendo, además, que en el propio partido de Sánchez,
semanas ha, no se tenía el consenso en torno a la medida. De un lado, Felipe Gónzález, usando el
lenguaje críptico de Delfos, siempre del caño al coro y del coro al caño; de
otro lado, el presidente Zapatero y algunas
figuras como el ex ministro José Antonio Maravall y
el histórico dirigente sevillano Yáñez apoyando
el indulto. Paradójicamente la cerrada
oposición de Waterloo ha podido contribuir a que disminuyera el grosor de los
que estaban en contra. Cosas veredes.
Hoy
saldrán los presos. La prensa catalana coincide en que se abre una nueva etapa
y que ha llegado el momento de la política. De momento sugiero calma y el análisis
itinerante de lo que va sucediendo. Desde luego, con los presos en la calle
podemos afirmar que el escenario es nuevo. Pero no estamos en condiciones de
saber cómo dicha novedad se expresará concretamente en los hechos. Porque,
tengo para mí, que habrá de todo, y en ese todo
se insistirá en la gesticulación atrabiliaria. Una buena parte de lo que suceda
será responsabilidad del gobierno y, muy concretamente, de Pere Aragonès.
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