1.---
El procés ha dejado de tener un
significado específico para ser solamente una mera etiqueta. Una etiqueta
minimalista para no infundir sospechas de que se está políticamente sin tener nada
que llevarse a la boca. Inició su andadura con unos apreciables rasgos
unitarios que se mantuvieron mientras los post convergentes disponían de la
mayor representación política. Pero el atolondramiento político ha sido tal que
el partido que pusiera en marcha el Patriarca, Convergència democrática de Catalunya, ha visto
que sus paredes maestras se iban desconchando y lo que fue un latifundio se ha
convertido en minifundios abigarrados con sus correspondientes cabezas de ratón
al frente. Por no hablar de las relaciones entre Waterloo y ERC.
El
procés es la historia de una parábola
descendente cada vez más confusa: ha sido un itinerario recorrido a
trampicones, especialmente hasta que ERC revisó su línea de conducta y dejó de lado la declaración
unilateral de independencia. Paradójicamente los de Junqueras fueron al principio los que más leña
atizaron en esa dirección: «las 155 monedas de plata», que espetó Rufián a Carles Puigdemont. Por lo
demás, el procés ofrece un balance
raquítico de la gestión del gobierno autonómico. De las competencias de la
Generalitat se han ocupado los incompetentes de sus responsables. La palma se
la ha llevado Quim Torra que
ha demostrado ser más un agitador que un hombre de gobierno.
2.--- Partimos, pues, de la siguiente conclusión:
el procès ha fracasado; se diría que
él mismo ha sido el principal agente de su derrota. Hoy se encuentra sin
brújula y al albur de las contingencias que vayan surgiendo. En ellas se
inscribiría el procès entendido –ya
lo hemos dicho-- como mera etiqueta. «Sóla, fané y desangayada», que escribió y
puso música el maestro Enrique Santos Discépolo. El independentismo (sector cátaro) no tiene
en estos momentos nada substancial que decir, es solo un sujeto auto
referencial. En el fondo Waterloo
y sus franquicias han sorprendido por su poquedad política, teniendo como línea
de comportamiento el más sobado victimismo que –tal como se expresa-- reconoce indirectamente que son incapaces ´de
salirse con la suya´. Esta incapacidad que ha llevado en algunas ocasiones a
´renegar´ del momento culminante del procés
con aquel «íbamos de farol» como un intento de ocultar el fracaso.
Waterloo
se ha convertido en un disco rayado, en una fábriqueta de lanzar arengas, via
twitter, para uso y disfrute de la feligresía. El «de Madrid al Cielo»
--moralmente abyecto-- es ante todo una consigna y, fundamentalmente,
intenta recordar al movimiento cátaro que se está en guerra. En guerra –se
dirán por lo bajinis— no caben los tiquismiquis. En suma, no se trata de humor
negro, sino de un elemento de la batalla.
Waterloo,
en esta dramática coyuntura de la crisis
del coronavirus, ha puesto en marcha la estrategia de la tensión, la
confrontación a degüello. Waterloo lo
ordena y Torra se viste de insurgente, haciendo una interpretación torticera:
el Estado de alarma es una modalidad del artículo 155. Se invaden las
competencias de la Generalitat y temen que, en esta ocasión, la medida sea
aplaudida ampliamente. Es más, Waterloo parece percibir que ese consenso social
–también en Cataluña-- con las medidas del Gobierno representa una desafección
al procés, versión cátara. A lo que
queda de ello, en nuestra opinión. Por lo tanto, hay que reaccionar contra ese
consenso social para, de un lado, mantener la llama sagrada de la purificación
cátara y, de otro lado, el cada vez más ancho litigio con Esquerra Republicana
de Catalunya.
3.--- Waterloo ha sobrepasado todos los límites.
Los límites que marcan esta dramática situación y los que se desprenden de la
Mesa del Diálogo. Su postura, además de inconcebible, está sirviendo de acicate
para que sus feligreses más espasmódicos inunden las redes sociales con
infundios de toda laya. De ahí que podemos llegar a una primera conclusión:
Waterloo está dinamitando el diálogo. Por lo que toda hipótesis de que Waterloo
pueda ser de utilidad tiene escasísimo fundamento. La derrota de Waterloo
–léase bien lo que estoy diciendo— es una condición necesaria, incluso para
evitar la decadencia de Cataluña.
4.---
Sostenemos por enésima vez que el procés
ha fracasado. La reflexión se hace necesaria para todos los sujetos políticos y
sociales. Meditar largo y tendido sobre ello me parece obligado. No quiero señalar
a nadie, pero entiendo que ciertos sectores de la izquierda deberían revisar su
vinculación, directa o indirecta, con el procesismo
en general y con lo que académicamente se ha dado en llamar «cuestión
nacional», una Vulgata que ha hecho estragos en el movimiento organizado de los
trabajadores.
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