Aznar es Dios Padre, Casado es Dios Hijo y Cayetana el Espíritu Santo.
Sanctus, Sanctus, Sanctus. Así lo declaró el famoso concilio. Por lo que, desde
tales alturas, no hay nada que rectificar. Los tres dioses –tres personas distintas
y un solo dios verdadero-- han declarado
por boca de doña Cayetana que «la Sexta hace negocio con la erosión de los
valores democráticos». Grave acusación. Estupor en las filas del Partido
Popular. Esas cosas –piensan los apostólicos— se dicen en privado.
Nadie,
como es natural, le llama la atención a la señora marquesa de Casa—Fuerte. Tan solo
algunas observaciones crípticas. Sabe la nomenklatura que esa es la ortodoxia.
Más todavía, que para eso está Cayetana, flagelo de los heterodoxos españoles
de derecha, centro e izquierda. Remachando, que, sobre la base de esas ideas,
se depura el Partido Popular,
las otras derechas y el sector minoritario de la Conferencia Episcopal
Española.
Canguelo,
pues, en los sectores que –decían algunas almas de cántaro— eran la derecha
ilustrada. La derecha al estilo de Cánovas del Castillo, por ejemplo. La que dice encarnar Margallo, tan flojo como
miope que, obsesionado por los chicoleos de Soraya Sáenz de Santamaría con el asunto catalán,
se dejó sorprender por lo que venía por
el flanco de estribor: el desembarco de Aznar, Dios Padre. Margallo, refitolero
diplomado, un espejismo.
Una
hipótesis no descabellada: si la señora marquesa sigue desbocada y sin
controles irá acumulando poder en el Partido Popular. Vox Cayetana, vox Dei: la voz de Cayetana es la voz de Dios. Si no le cortan las alas –y
el Aznar Chico sigue silente ante sus ocurrencias-- la doña, Juanita Calamidad, podría llegar a ser Dios Padre.
Cosas más raras se han dado en la historia. Por ejemplo, que un tal Quim Torra, contra todo
pronóstico, llegara a la presidencia de la Generalitat de Catalunya.
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