José Luis
López Bulla
Reeditamos “por
entregas” el texto de la Conferencia en
la Facultad de Ciencias Sociales y del Trabajo. Universidad de Zaragoza. 18
Octubre 2011.
De lo referido se puede desprender que el movimiento cartista indicia la
aparición de una nueva placa tectónica en el movimiento de los trabajadores en
general y el movimiento sindical particularmente. 1848 es el año de la derrota
formal del cartismo y lo es también de la aparición del Manifiesto Comunista de
Marx-Engels. Nuestros dos amigos barbudos (alemanes ambos) toman carrerilla y
ponen las condiciones de una nueva metodología. Es el declive del socialismo
utópico (tal vez el adjetivo es una exageración) y la aparición del socialismo
científico otra, me parece a mi, hipérbole que habrá que entender en clave
mediática, de la que era un maestro el barbudo de Tréveris. Me permito una
aclaración, tal vez innecesaria: cuando hablamos de la relación del cartismo
con la política no nos referimos a vínculo alguno de tipo partidario (eso
vendrá después en Inglaterra y el Continente) sino con la política en general.
Posteriormente, cuando llegue el momento, hablaremos del partido lassalleano (de Ferdinand
Lassalle) y su relación con el sindicalismo europeo. En
todo caso, el cartismo sugiere y propicia una nueva fase en el movimiento de
los trabajadores del que sólo se apartará el anarquismo.
Entre 1873 y 1890 tiene lugar una crisis económica que en la época se conoce
como la gran depresión. En esta época se quiebra el monopolio industrial inglés
al aparecer otros países industrializados que compiten en el mercado
internacional. Estas grandes mutaciones son analizadas por Engels,
especialmente de manera brillante, en el “Complemento y apéndice al tomo III de
El Capital” (1895), en la traducción de don Wenceslao Roces: la bolsa que, en
1865, era un elemento secundario, ahora se ha convertido en algo catedralicio;
gradual transformación de la industrial en empresas por acciones; añádase a lo
anterior las inversiones extranjeras…
Podríamos decir que, en el último tercio del siglo XIX se inicia un nuevo
movimiento tectónico en la acción colectiva del movimiento obrero: 1) el
sindicalismo deja de ser un fenómeno exclusivamente del Reino Unido y,
gradualmente, se va estructurando de manera desigual en Europa, Estados Unidos,
la Rusia zarista y algunos países asiáticos. Vale la pena relatar que en los
Estados Unidos surgieron dos potentes organizaciones sindicales: la American
Federation of Labor y otra llamada pomposamente Noble Orden de los Caballeros
del Trabajo (King of Labor), una asociación realmente de masas y siempre
confusa, que perdió parte de su predicamento cuando se negaron a convocar a la
huelga el Primero de Mayo. En todo caso intentaron recuperar la imagen
negociando con el presidente de los Estados Unidos la celebración del Labor day
para contrarrestar la influencia del Primero de Mayo. De paso me permito una
recomendación. Considero de interés el estudio del movimiento sindical
norteamericano, a él le debemos los orígenes de las ásperas batallas por la
reducción de la jornada laboral (las ocho horas) y la reanudación de aquellas
movilizaciones en 1888 por parte de la AFL, dirigida por Samuel Gompers, que
ensayaron una táctica muy interesante: cada año deberían producirse huelgas en
una sola rama industrial, sostenida financieramente por el resto de los centros
de trabajo que no iban a la huelga. También debemos a los norteamericanos el
día Internacional de la Mujer trabajadora; de importancia no menor es el
sindicalismo de la Industrial
Workers of the World, conocidos popular y
afectuosamente como los woobly, (en las primeras décadas del siglo XX) por sus
indiciaciones a algunos códigos de conducta de las primeras Comisiones Obreras.
2) El sindicalismo es un fenómeno muy ligado a la realidad de cada Estado
nacional: recuérdese que estábamos hablando de los movimientos tectónicos. Y,
finalmente, 3) La relación genérica del sindicalismo con el cuadro
institucional se va convirtiendo en un vínculo muy estrecho con el partido
socialista o laborista, donde –como el en caso español y otros— el nacimiento
del sindicato es posterior y, casi siempre, creado por la organización política
a la que se subordina. En pura lógica, un cambio de esta envergadura requiere
una nueva mutación del sujeto social, que es el sindicalismo.
Hemos de decir las cosas por su nombre: las concepciones de Marx sobre el
sindicalismo (es el primero que habla de independencia de los sindicatos) son
derrotadas por los partidarios de Lassalle, el dirigente socialdemócrata
alemán. No me resisto, por su importancia, a documentar esta afirmación. Habla
Marx: “En ningún caso los sindicatos deben estar supeditados a los partidos
políticos o puestos bajo su dependencia; hacerlo sería darle un golpe mortal al
socialismo”. Tal cual. Se trata de la respuesta de nuestro barbudo al tesorero
de los sindicatos metalúrgicos de Alemania en la revista Volkstaat, número 17
(1869) en clara respuesta a lo afirmado por Lassalle: “el sindicato, en tanto
que hecho necesario, debe subordinarse estrecha y absolutamente al partido”
(Der social-democrat”, 1869).
Y siguiendo sin pelos en la lengua, habrá que decir que también en la muy
posterior cultura comunista se silencia (más bien, se meten las tijeras en) la
formulación marxiana de la independencia del sujeto sindical. Convenía más la
técnica del viejo socialdemócrata Lassalle. Que resumiendo se caracteriza por:
1) el partido es quien guía, ordena y manda; 2) de ahí se desprende la
separación radical de funciones: el partido se dedica a todo, al sindicato sólo
y solamente le incumbe la cuestión salarial y la reducción de la jornada de
trabajo. Este es el esquema de la llamada correa de transmisión, el
sindicalismo reducido a una prótesis del partido. El conflicto social es algo
contingente que está al albur de las necesidades e intereses del partido
llassalleano. Por decirlo con las sabias palabras de BRUNO
TRENTIN (el dirigente sindical italiano más
fascinante de la segunda mitad del siglo XX): Esta separación de la política
con relación a las vicisitudes del trabajo asalariado madura en esos años muy
lejanos y configura un partido guía e intérprete de la “clase” con todos los
nuevos dogmas que consiguientemente se derivan: la división de tareas entre
partido y sindicato, la naturaleza fatalmente corporativa y sin salida política
posible del conflicto social, el deseo de la aportación prometéica y liberadora
que vienen “del exterior”, de la élite política. Allí se inició un camino que
ha conducido, de un lado, a una concepción del partido político como entidad
autorreferencial y, de otro lado, en definitiva, a un progresivo desinterés de
la cultura de la izquierda en los debates sobre la morfología del conflicto
social y sus evoluciones.
Una descripción que describe cómo debe ser la relación entre el partido y el
sindicato que comparten in toto Lassalle, Guesde, Lenin, Pablo Iglesias,
Palmiro Togliatti y todo el arco socialista y comunista. Lo sorprendente, y ya
tendremos ocasión de comentarlo, es que la ruptura de la correa de transmisión,
muchísimo más tarde, no vendrá de la mano los sindicalistas de matriz
socialdemócrata sino de los comunistas: ahí están los nombres de Giuseppe Di
Vittorio, Bruno Trentin y nuestro Marcelino Camacho. Pero todavía queda mucho
trecho por recorrer.
La extendida idea de que el anarco-sindicalismo y el sindicalismo cristiano se
libraron de esa supeditación al partido es equívoca. Los primeros estarán casi
siempre o supeditados o interferidos por grupos externos; los segundos –por
ejemplo, los casos belga e italiano en la componente cristiana— tendrán algo
más que el manto protector de la Iglesia o de las diversas grupos de la Iglesia
católica. Tal vez el caso que puede aparecer como una anomalía sea el inglés;
en realidad son los sindicatos quienes crean el partido laborista y, una vez
creado, pactan una especie de estatuto vinculante: el sindicato aporta una
cantidad financiera suficiente y a cambio tienen garantizado un concreto cupo
de miembros en el grupo parlamentario. No obstante, se mantiene la rígida
separación de funciones: el partido lo cubre todo y al sindicato sólo le
incumben los salarios y el tiempo de trabajo.
... Mañana continuará, probablemente a esta hora.
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