El
mismo empeño de Paul Newman en comerse cincuenta
huevos duros en “La leyenda del indomable” lo pone Inés Arrimadas en hacer que su partido se
empequeñezca todavía más. Ahora Ciudadanos
es un minifundio con voluntad expresa de convertirse en una maceta. Lo decimos,
naturalmente, tras los resultados de su último encuentro donde se han medido
las dos candidaturas para dirigir el partido. Los resultados han sido claros:
Arrimadas alcanza el 77 por ciento frente al 22 de su contrincante, Francisco Igea.
En
primer lugar, los resultados indican que el partido opta por la línea
continuista, patológicamente subalterna del Partido Popular. En segundo lugar,
la voluntad férrea de doña Inés de no incorporar a ningún crítico a los órganos de dirección: quien se fue a Sevilla perdió
su silla. Lo que podría representar: primero, que no se cambiará un ápice de lo hecho hasta
la presente; y, segundo, donde manda patrón no lo hace el marinero, lo que es
un descomunal despilfarro en una organización que se esfuerza denodadamente en
no levantar cabeza.
El
problema que nos preocupa es el siguiente: así las cosas, no parece posible que
alguien ocupe el espacio de la derecha ilustrada. Arrimadas, desgraciadamente,
no lo quiere ser. Tal vez porque entienda que sus imaginarios caladeros
electorales están en la competencia con el PP y Vox. Lo que indicaría que esta señora no está en sus cabales.
En conclusión, Ciudadanos consolida, desde su pequeñez, a la derecha granítica
como los toros de Guisando; berroqueña desde las uñas de los pies hasta el
colodrillo.
A
nosotros solo nos queda respetar el derecho a la eutanasia de Ciudadanos.
Siempre le quedará a doña Inés un huequecito en algún lugar de postín.
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