martes, 3 de diciembre de 2019

ERC en su campanario


A ERC le importa la izquierda lo mismo que a un servidor la numismática de la república de San Marino. O sea, una higa. Lo veremos hoy, nuevamente, tras el encuentro entre los de Junqueras y el PSOE. A Esquerra lo único que le importa es su campanario. Partido nonagenario con una confusa ideología y, hoy por hoy, carente de autonomía política. Ciertamente, no es el único partido gaseoso, pero sí uno de los más llamativos. Partido solipsista, cuya vinculación con Europa está por demostrar. Tampoco es el único de ese jaez. Pero sí uno de los más representativos de esa autarquía política.

A Esquerra le trae sin cuidado las novedades que están sucediendo en Europa. A saber, el resultado de las recientes elecciones en Portugal y las de Dinamarca; los movimientos internos en dos grandes partidos de izquierda como el SPD (Alemania) y el Labour Party (Reino Unido); y, ahora, la posibilidad de que las izquierdas españolas, por primera vez desde tiempos de la República, puedan formar un gobierno de coalición. A ERC o bien le trae sin cuidado estas novedades o ni siquiera se ha enterado.

Algo empieza a moverse en Europa. Todavía a trompicones. La izquierda, al igual que Sísifo, intenta subir la empinada cuesta. Sin embargo, ERC vive sin vivir en ella, agobiada por su propia indecisión y, siempre temerosa, de no aparecer con los suficientes quilates de catalanidad ante sus amigos, conocidos y saludados. O, peor todavía: con pánico a que la señalen como descendiente de Bellido Dolfos: el riesgo de lo que algunos entenderían injuriosamente como una traición.  

Así que ERC, en vez de coadyuvar a que el panorama europeo se vaya clarificando, empuja en dirección, si no contraria, sí de la confusión. Pero, en todo caso, con consecuencias que interfieren las novedades europeas que antes hemos señalado. ¿Involuntariamente?  Tal vez. Sin embargo, podría ser extraño que no hayan caído en la cuenta de las consecuencias de sus actos: sus dirigentes hace tiempo que dejaron de usar dodotis. Por lo que se les atribuye, tal vez de manera exagerada, una cierta capacidad. Aunque es posible que el intríngulis esté en el famoso verso «Lo que se necesita no se sabe; /  lo que se sabe, no se puede usar». Fausto, Ante la puerta de la ciudad. Mucho Goethe, mucho Goethe és.   

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