A
ERC le importa la
izquierda lo mismo que a un servidor la numismática de la república de San
Marino. O sea, una higa. Lo veremos hoy, nuevamente, tras el encuentro entre
los de Junqueras y el
PSOE. A Esquerra lo único que le importa es su campanario. Partido nonagenario
con una confusa ideología y, hoy por hoy, carente de autonomía política.
Ciertamente, no es el único partido gaseoso, pero sí uno de los más llamativos.
Partido solipsista, cuya vinculación con Europa está por demostrar. Tampoco es
el único de ese jaez. Pero sí uno de los más representativos de esa autarquía
política.
A
Esquerra le trae sin cuidado las novedades que están sucediendo en Europa. A
saber, el resultado de las recientes elecciones en Portugal y las de Dinamarca;
los movimientos internos en dos grandes partidos de izquierda como el SPD (Alemania) y el Labour
Party (Reino Unido); y, ahora, la posibilidad de que las izquierdas
españolas, por primera vez desde tiempos de la República, puedan formar un
gobierno de coalición. A ERC o bien le trae sin cuidado estas novedades o ni
siquiera se ha enterado.
Algo
empieza a moverse en Europa. Todavía a trompicones. La izquierda, al igual que
Sísifo, intenta subir la empinada cuesta. Sin embargo, ERC vive sin vivir en
ella, agobiada por su propia indecisión y, siempre temerosa, de no aparecer con
los suficientes quilates de catalanidad ante sus amigos, conocidos y saludados.
O, peor todavía: con pánico a que la señalen como descendiente de Bellido
Dolfos: el riesgo de lo que algunos entenderían injuriosamente como una
traición.
Así
que ERC, en vez de coadyuvar a que el panorama europeo se vaya clarificando,
empuja en dirección, si no contraria, sí de la confusión. Pero, en todo caso,
con consecuencias que interfieren las novedades europeas que antes hemos
señalado. ¿Involuntariamente? Tal vez.
Sin embargo, podría ser extraño que no hayan caído en la cuenta de las
consecuencias de sus actos: sus dirigentes hace tiempo que dejaron de usar
dodotis. Por lo que se les atribuye, tal vez de manera exagerada, una cierta
capacidad. Aunque es posible que el intríngulis esté en el famoso verso «Lo que
se necesita no se sabe; / lo que se
sabe, no se puede usar». Fausto, Ante la puerta de la ciudad. Mucho Goethe,
mucho Goethe és.
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