No se trata de una inocentada, es
el signo de los tiempos. Que según unos son líquidos, en opinión de otros
gaseosos y, por lo general, tiempos de grandes contagios. El Ayuntamiento de la
ciudad de León ha aprobado una moción en la que se reclama que los leoneses se
separen de la vieja Castilla. O sea, León libre. Un concejal de Podemos, Nicanor Pastrana, recuperando
las energías de la reina Urraca de Zamora, ha gritado «¡Viva León, España y la
Humanidad!», esto es, la amalgama de la aldea, la nación madre y lo global. Un
grito que se disfraza de internacionalismo para no infundir sospechas de
aldeanismo.
Son tiempos de proliferación de
campanarios, de nacionalismos de pedregal, de experimentos de gaseosa con
dinamita. De exaltación del propio pesebre y demonización del abrevadero del
vecino. Y como cada quídam que se separa
necesita justificar los orígenes de su epopeya itinerante pronto veremos a un determinado
plantel de escribas sentados loar las glorias, reales o inventadas, de sus
ancestros; pronto veremos la aparición o reaparición de viejos símbolos (banderas, estandartes, escudos y otras
quincallas) desde los tiempos de Vellido
Dolfos, hijo de Dolfos Bellido. Y, definitivamente, pronto veremos –primero en
susurros, después en voz alta— nuevas confrontaciones con la Vieja Castilla. Por
supuesto, el victimismo que no falte. ¿Qué sería de los que se quieren separar
sin una ración de cuarto y mitad de victimismo? Pronto aparecerá, no lo duden.
Avisamos a los leoneses de una
advertencia de Jared Diamond: «Hay demasiados
británicos añorando un pasado mejor, lo que les lleva a un futuro peor». (En la foto, Doña Urraca)
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