Escriben José
Luis López Bulla y Javier Tébar Hurtado
La
mayor crisis del sistema constitucional en España se ha expresado a través del
llamado “conflicto catalán”. Ya sabemos que, más allá de su singularidad e
itinerario, es expresión de una crisis de la democracia española. Pero también
sabemos que los desastres no son naturales. Tras la bajamar del llamado
15-M, aquel contencioso pasó a ser el pájaro que canta en la mina alertando
antes de la explosión de grisú. La emisión de gases contaminantes en el debate
público está sobrepasando los límites aconsejados para evitar un
recalentamiento ultra partidista con visos de que podría llegar a ser letal en
un contexto de crisis múltiple de la democracia, no ya española sino europea y
transnacional. Enric Juliana sugiere la “espuma de Weimar”, que simboliza la
crisis y muerte de la república alemana post-primera guerra mundial, como
metáfora de lo que acecha al país.
Esta
analogía histórica podría ser tremendista en un primer momento, si bien no es
descartable. Aunque dada la trepidación de la escena política, como ese balance
aparente y casi insensible que los astrónomos antiguos atribuían al firmamento
según la RAE, en otras ocasiones aquello que está sucediendo nos remite más
bien a la “espuma de la historia” en términos de Braudel, el gran historiador y
una de las cabezas visibles de la escuela francesa de los Annales durante
el pasado siglo XX.
La
coyuntura puede llegar a enturbiar, a torcer la vista. Particularmente a los
políticos que viven de y en ella como el
president Torra –informante empotrado a la fantasía de una república
inexistente- que, entregado en cuerpo y alma al camina o revienta, promete la
redención y el paraíso. Convivir con una política instalada en la coyuntura nos
has traído hasta aquí, cargados de oceánicas espumas de los mal llamados “días
históricos”.
“Quieres
que te agradezca que me estorbas”, le espeta Fausto a Mefistófeles. Los dos
están solos en el monólogo “Bosque y Caverna” del Fausto de Goethe. Es lo que
parece decirle ERC a los post post post convergentes del
caserón de Waterloo. La pregunta es: ¿Solo parece o es realmente lo que le
dice? El comportamiento zigzagueante de los partidarios de Junqueras tampoco
nos permite una respuesta unívoca sobre sus propósitos. Los datos
disponibles indican que ERC da indicios del quiero y tal vez no quiero o puedo
la formación del gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos. Esto
tiene relación con las características del grupo dirigente republicano. Su
competencia, inmediata y mediata, con Waterloo; la epiléptica relación con sus
propias bases, muy en especial con sus Juventudes y también con sus Senectudes;
con la lucha sorda entre los dos candidatos a ocupar el puesto de Junqueras, es
decir, Pere Aragonès, vicepresidente del Govern, y Roger Torrent, presidente
del Parlament.
Todas
estas cuestiones le ponen a ERC muy cuesta arriba tomar una decisión, aunque no
sea imposible que resuelva positivamente la investidura como parecen indicar
las penúltimas señales públicas, nuevamente zigzagueantes, que han ofrecido los
regateos republicanos. Aunque no se pueda descartar que siga fiel, hogaño, a
sus errores de antaño.
No
cabe olvidar que ERC ha sido y es un partido-amalgama hecho de corrientes
diversas desde su propia fundación en marzo de 1931, creado para reunir a un
catalanismo disperso en una coalición electoral que compitió en aquellas
elecciones de abril que tumbaron a la monarquía de Alfonso XIII y dieron paso a
la Segunda República. Por eso mismo, una organización que se acerca al campo de
la experiencia nonagenaria debería haber alcanzado a reconocer errores y
albergar con prudencia ilusiones, sabiendo que lo son, de manera que le
facilitase descartar por fin el mito de la radical y eterna juventud. Así se
entendería que, como fija la expresión italiana “traduttore, traditore”, en
todo traductor hay un traidor, y que lo que hoy se requiere es traducir en
términos políticos la situación de unas espumas, sean de Weimar o no, que de lo
contrario podrían finalmente devenir espumajos en la Historia.
No
se trata de reclamar el popular y cinematográfico “Aterriza como puedas”, sino
de preparar el campo donde el piloto debe asegurar el pasaje y el avión. El
movimiento sindical viene desde hace tiempo señalando un campo de aterrizaje
que permita tomar tierra con los menores desperfectos. Si fuera así, la inmensa
tarea pendiente, con esos mismos interlocutores, pasaría por hacer frente a los
nuevos retos y algunos también antiguos relacionados con la innovación,
desestructuración y reestructuración de los sistemas productivos que se ha
venido produciendo desde finales del pasado siglo y, en consecuencia, a la
veloz y profunda brecha de desigualdades que avanza desde entonces.
Tras
el descarrilamiento de Ciudadanos, el apuntalamiento del PP en el
ultramontanismo con el aliento de VOX en su nuca, pero también del centrifugado
de lo que fue CiU, las izquierdas en esta encrucijada, además de un proyecto
propio, tendrán que jugar más de un papel dada la necesidad de facilitar la
articulación de una derecha liberal sin adjetivos. Hoy la clave es una
reforma fuerte, encontrar un espacio de negociación de la política con el mundo
social y del trabajo, con sus actores, y el apoyo a la investidura de un
gobierno progresista, con su deseable pacto de legislatura. De lo contrario, no
cabe descartar que el espíritu de nuestro tiempo (Zeitgeist) constituya
un retorno a los fantasmas del ruido judicial, imitando y dando continuidad a
las secuelas de un ochentero Poltergeist.
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