En
Cataluña se está produciendo una inquietante acumulación de chuminadas. Vamos a
hablar de ellas: la primera es lo sucedido en el día de ayer en torno al
partido de fútbol, llamado pomposamente ´el clásico´; la segunda es ese tic
infantiloide que tienen así ERC
como los post post post convergentes.
1.---
Mucho ruido y pocas (nuevas) nueces. Casi un mes de suspense y finalmente los
montes parieron un ratón. Tsunami
Democràtic –un grupo de pijos de caviar y vodka-- ha intimidado a medio mundo insinuando que se
iba a formar la mundial. Al final todo queda en un mero espectáculo televisivo.
Nada nuevo. Salvo que lo más destacable de la jornada fue una descomunal
reyerta carajillera entre los boixos nois
y una mesnada de independentistas. Riñas de campanario entre parroquianos. Nada
nuevo salvo los gastos económicos en pagar la factura por el despliegue de las
fuerzas de orden público. Salvo que nuevamente la imagen de Barcelona en llamas
recorre el mundo entero. ¿Eso es política? No, es una chuminá.
2.---
ERC está molesta porque, según su
delicado paladar, José Luis Ábalos les está
apretando en las negociaciones para llegar a un acuerdo. Sancta simplicitas! Es una reacción infantil, casi de patio de
colegio, de quien no se atreve a enfrentarse al sinedrio de Waterloo que
constantemente le está mojando la oreja. Como pueril es la reacción del vicario
holgazán que, tras la entrevista telefónica con Pedro
Sánchez, se lamenta de que no se le haya informado de que se convocará
anualmente a los presidentes de las comunidades autónomas. En suma, ERC y los post post post rivalizan
además en quién cocina mejor la chuminá amb
all i oli.
3.--- Y mientras tanto, fuera del campanario, están
pasando cosas de enorme relevancia. Un ejemplo, la reestructuración y
reconversión de la industria automovilística, que tras Peugeot – Fiat, ahora le
toca a Nissan y Renault. Pero esto no está ni en las preocupaciones de Waterloo
ni de su vicario holgazán. Porque esto no es una chuminá.
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