Los
viejos cronicones relatan que, cuando los niños chicos se portaban mal en Roma,
las madres les amenazaban con una frase fatídica, «Hannibal ad portas». Es
decir, Aníbal, el
poderoso general cartaginés, estaba en las puertas de la urbe. Los niños, aterrorizados,
volvían al orden. Lo que viene a cuento por la actual situación de Polonia.
Polonia, que ha sido martirizada por los
´de fuera´ y, ahora, por los de dentro. Ahora, Aníbal es polaco y está
aterrorizando a diestro y siniestro. Es más, Aníbal ha entrado en Polonia.
El
gobierno ultranacionalista polaco es una motosierra contra los derechos civiles
y políticos. Ahora ha promulgado una ley –la llamada «Ley
Mordaza»-- que acaba con la
independencia de los jueces. El Poder Judicial depende ahora de Aníbal, quiero
decir del gobierno. Que ha hecho oídos sordos a las manifestaciones de
oposición a dicha ley. En ellas ha participado Olga
Tokarczuk, premio Nobel de Literatura. (Ignoro qué está haciendo el otro
Nobel, Lech Walesa, famoso en otros tiempos).
La
Unión Europea no puede mirar hacia otro lado. Porque la decisión del gobierno
polaco no es mero autoritarismo, sino un cáncer que podría conllevar una
metástasis hacia el fascismo. De momento, se ha quebrado la división de poderes,
una de las reglas de oro de las democracias y de la Constitución Europea. De
manera que la Unión Europea debe intimidar al gobierno polaco para que las
aguas vuelva a su cauce. Porque, en caso contrario, cada vez que se deja pasar
una, Aníbal se fortalece. Se fortalece, no en lo abstracto sino en lo concreto:
en la sociedad, en la política en las instituciones. Así que, junto a Catón el
Viejo, digamos «Hay que destruir Cartago». O sea, el gobierno de Polonia.
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