De
Garganta Profunda se ha hablado en otras
ocasiones en este mismo blog. Garganta es mi amable serviola en las covachuelas
de la Generalitat. Nos conocemos de antiguas comunes militancias en aquel
partido que fue el útero de la lucha antifranquista, el PSUC. Garganta es un personaje demediado: durante el día aparenta
desparpajadamente estar en el ajo independentista; por la noche me pasa
información de las interioridades de palacio. Garganta es como la rosa de
Alejandría: colorada de noche, blanca de día. Es su forma de hacerse perdonar
el tránsito de su rojez juvenil al amarillo de su senescencia.
Garganta,
utilizando la prosopopeya althusseriana –mitad marxista, mitad
estructuralista-- me sugiere ciertas
modificaciones en mis análisis en lo referente a considerar que, en estos
momentos, la relación entre Puigdemont
y Quim Torra
se caracteriza por una solidez granítica. Las cosas están cambiando. El
presidente holgazán está siendo puesto en entredicho por Waterloo. Es más, hay
sospechas de que Torra le ha tomado cierto gusto a «ir por libre» y tomar
decisiones sin evacuar las convenientes consultas. La gota que ha colmado el
vaso, me cuenta Garganta Profunda, es la política fiscal pactada entre ERC y
Catalunya en Comú. Esta política está siendo criticada furibundamente por los
post post post convergentes de Waterloo y sus escribas agachados. «Es un ataque
a las capas medias», vienen a decir con los mismos argumentos que
tradicionalmente usaron las derechas de
secano. Todo atisbo de progresividad fiscal, por modesta que sea, es la ruina
del país. La mismísima Musa del independentismo ha declarado en tv3 que quienes ganan 6000 euros al mes pasan apuros. El raholismo químicamente puro. (Sobre estas cuestiones han hablado recientemente Antón Costas y Jordi García--Soler). No es que Torra no participe de esta idea, es que –dicen desde
Waterloo y se traslada a las altas escribanías de palacio-- no ha sido capaz de impedir el pacto entre
los de Junqueras y los de Colau.
Más
todavía, Torra aparece ante Waterloo como el principal responsable del
oscurecimiento político de los post post
post convergentes, mientras que los republicanos aparecen en las encuestas como
los posibles vencedores en las próximas elecciones autonómicas. Garganta,
afilando la «navaja de Occam», me interpela: ¿no has notado que Torra apenas ha
concitado solidaridad tras su reciente inhabilitación? (Mea culpa, estoy
pagando las consecuencias de mi poca simpatía por Althusser).
En
resumidas cuentas, Waterloo ha montado una operación para encubrir su fracaso
echándole las culpas a su vicario. Waterloo goza del dogma de la infalibilidad,
Torra amenaza con destrozar ese constructo. Por lo que hay que poner en marcha algo que corrija la maciza incompetencia
del vicario. Me dice Garganta, recuperando el tono y la voz de comité central:
«Se prepara el nombramiento de otro vicepresidente de la Generalitat. De
probada obediencia a Waterloo. Competiría con el único que hay, Pere Aragonès,
que es de ERC y sería el candidato a presidir la Generalitat».
Apostilla.-- Los viejos expsuqueros nunca mueren. Sólo se
transforman, pero siempre tienen un recuerdo de la vieja militancia. Todos no, Josep
Piqué no forma parte de la Orden de la Rosa de Alejandría.
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