lunes, 11 de junio de 2018

Sánchez y Torra hablaron por teléfono





Vamos a dejarnos de pollas en vinagre yendo al corazón del problema, intentando no marear a la pobre perdiz. Pedro Sánchez y Torra han hablado por teléfono. Hablando se puede propiciar que la gente se entienda, aunque en este caso conviene ser prudente. Hablar o –si se quiere dialogar--  es, en principio, mejor que tirarse los trastos a la cabeza, aunque desgraciadamente ambas cosas puedan simultanearse.

La situación es, aproximadamente, la siguiente: Torra quiere hablar –o dialogar--  para ver cómo Cataluña se sale de España; Sánchez quiere hablar –o dialogar--  con la idea de que Cataluña se quede en España. La cosa se puede adornar con perifollos, pero a fin de cuentas esa es la cuestión. En todo caso, esa disparidad de objetivos tiene difícil arreglo en la teoría de conflictos. Ahora bien, algo se ha avanzado: los componentes de la timba del póker optan por hablar, ya sea con la boca pequeña o grande. A su vez, Sánchez pone encima de la mesa una serie de propuestas que Torra –o quien tenga realmente el bastón de mando--  deberá considerar. Enrocarse tiene sus límites y puede llevar a doña Correlación de Fuerzas a dar un giro a sus movimientos.

Hablando hay posibilidad de salida. Sin hablar hay certeza de irresolución del problema. Ya saben ustedes la diferencia entre posibilidad y certeza. Haciendo política podría haber salida; tirando exclusivamente de la Brigada Aranzadi es de cajón que se seguirá en el empantanamiento. Torra, pues, necesita que le hagan ver esa diferencia. Sánchez ha tomado buena nota de ello y ya veremos cómo le va. En todo caso, el problema es: Sánchez tiene mando en plazo, mientras que Torra no sabemos hasta dónde llega el calibre de su delegación. En todo caso, a Torra le es exigible rebajar la tensión social –una de las micro soluciones que propone Joan Coscubiela— siguiendo los pasos del diputado Joan Tardà: "Cuesta entender que quienes abuchean a la diputada Arrimadas o boicotean un acto en la universidad no se den cuenta del daño que hacen al independentismo, apareciendo como gente semejante a los que nos insultan y agreden por ser independentistas». Joan Tardá --volcánico los lunes, lúcido los martes--  da una lección de política a Torra y al hombre de Berlín, que no dice ni oxte ni moxte sobre el particular.

Con todo hemos de señalar que dialogar para ver cómo se sale es simular que se habla. Recuerda aquellos diálogos para besugos del humorista Armando Matías Guíu en la revista DDT: «Buenos días», decía uno; «Manzanas traigo», le respondía el interlocutor.

¿Una aproximación a la salida al conflicto? Cambiar la relación de fuerzas así en Cataluña como en España. Que pasaría por el debilitamiento de las derechas en Madrid y del independentismo en Cataluña. Ahora bien, siempre quedará en barbecho un segmento independentista, cuyo músculo nunca duerme. Vale. 

En la foto el Colectivo Mechinales en su reunión del pasado sábado en Parapanda.

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