viernes, 19 de enero de 2018

Puigdemont el Papa Luna chico




Junts per Catalunya sigue insistiendo  ad nauseam en que, a pesar de lo que digan los letrados del Parlament de Catalunya, el hombre de Bruselas tiene que ser investido por la vía telemática como President de la Generalitat. ¿Propaganda? No, al principio se trataba de temeraria agitación. Y de algo más directo y preocupante: ejercer una presión hacia los letrados con la idea de que estos se sintieran vigilados. Con la idea de intentar arrugarlos. No lo han conseguido.

Ahora es, de un lado, el empecinamiento para arrastrar a Esquerra Republicana de Catalunya y, más concretamente, de hacerla corresponsable de tan temeraria propuesta; y, de otro lado, exigir a la Mesa del Parlament, recientemente constituida, que autorice la investidura telemática. Pero la Mesa sabe a pies juntillas que no puede arriesgarse a ello, so pena de que se prorrogue el artículo 155.

La posición oficial de Esquerra es, también, investir al hombre de Bruselas, que se mantiene en sus trece. Aunque hay voces para todos los gustos que, dando a entender que efectivamente Puigdemont es el candidato, insinúan que al final el «interés supremo» (Joan Tardá) hará que finalmente pueda ser otra persona. Por otra parte, el pintoresco Rufián bromea sobre la inconveniencia de un candidato telemático. En todo caso, es destacable que Oriol Junqueras no haya dicho todavía esta boca es mía. Así las cosas, Esquerra sigue siendo una olla de grillos. Las voces de unos anulan las de los otros.

Parece claro, pues, que Junqueras no dirige los grandes movimientos del partido. Ejerce solamente de Reina madre desde la prisión. (Aprovechamos la ocasión para desear su rápida puesta en libertad). Con lo que está sumiendo a sus parciales en un embrollo de considerables dimensiones. De hecho, esta ausencia de liderazgo lleva a su partido a ser subalterno del hombre de Bruselas. Pero comoquiera que este caballero no tiene política, Esquerra se queda sin plumas y con un confuso cacareo.  Con lo que a la crisis de liderazgo se le añade la crisis de proyecto tras la «gran rectificación» que se ha operado por parte de conspicuos dirigentes independentistas: todo en el marco de la Constitución.


Ya veremos cómo acaba este baile de máscaras. De momento sigue la ópera bufa: Puigdemont en su ridícula grandeur escribe a Junqueras: «Un preso no puede ser president de la Generalitat». El Papa Luna, redivivo, avisa a sus cardenales que él es el único vicario de Cristo, nuestro Señor.


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