Islandia tan lejos de nosotros y tan
cerca de nuestros corazones. Islandia, un país del que por lo general sabemos
poco y del que una noticia nos llega y nos anima en la esperanza. Año nuevo y
equiparación salarial con los hombres en aquel país. No han sido los Reyes
Magos, sino una lucha que viene de muy atrás la causante de esta victoria. En
España, sin embargo, se ha dado un paso atrás: del undécimo lugar en la brecha
salarial en el ranking mundial (en tiempos de Zapatero, 2006) se ha pasado al
puesto número 24 en una lista de 114 países.
Decimos que no ha sido un regalo de
Reyes. La última gran referencia está en el famoso 24 de Octubre de 2016 cuando
Reikiavik se inundó de colores femeninos, atestando las calles en una
gigantesca manifestación en exigencia de la equiparación salarial. De los
centros de trabajo, antes de que terminara la jornada, las mujeres salieron
compactamente unidas hacia la plaza. Celebraban además el «Viernes largo» de
1975 y su primera huelga de mujeres. Y, desde aquel día, el movimiento, a veces
con no poca incomprensión y ojeriza de los hombres del sindicato macho, ha ido
en creciente pleamar.
No hay, pues, concesiones graciables. Es
el resultado de una presión sostenida, activa e inteligente, extraordinariamente
testaruda, que se equipara con las conquistas del movimiento obrero inglés de
la segunda mitad del siglo XIX, con gobiernos conservadores, en materias como
el trabajo infantil, la salud y otras.
Las mujeres islandesas son, pues, una referencia
para el sindicalismo confederal europeo y, en nuestro caso, en España.
Justamente cuando en paralelo se han operado dos elementos: de un lado, el
acceso de muchas mujeres a los puestos de las más altas responsabilidades
territoriales y federativas, que aunque todavía es insuficiente a nivel
cuantitativo, sí es importante cualitativamente; y, de otro lado, la irrupción
de la cuestión salarial en la escena.
Islandia en el corazón. Y
simultáneamente tan lejos y tan cerquita de nosotros mismos.
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