«Gente nueva y rápidas
ganancias» (Cántico XVI de la Divina
Comedia) donde Dante denuncia
ásperamente la corrupción de las nuevas familias florentinas. Imagino lo que el
poeta habría escrito si viviera hoy y ver por televisión a Ricardo Costa o a algunos
encausados en la trama del Palau de la Música. Hubiera dicho algo parecido sin
concesiones y directamente a la yugular. Dante no se andaba con chiquitas.
Sin embargo, la CEOE es de otro parecer. No
recuerdo que haya dicho algo significativo sobre el particular. Las
organizaciones empresariales son muy comedidas en ciertas cuestiones. Silencio.
Un extraño mutis porque los establos del Partido Popular y Convergència son el resultado de la fusión mafiosa de un sector
del dinero empresarial y la política de dichos partidos. En eso siempre hubo
indistinción entre Madrid y Barcelona.
Nunca entendí el silencio de la
CEOE frente al fenómeno de la corrupción. Y de hecho no me lo explico. Aunque
sólo fuera porque provoca una serie de distorsiones en la economía, aunque
fuese por los evidentes casos de competencia desleal entre las empresas que
litigan, por ejemplo, por concesiones de obra pública, aunque solo fuera por
cuestiones de imagen, la CEOE tendría que haber sido beligerante. Aunque sólo
sea para proteger a los empresarios que no aceptan las mordidas –en algunos
casos dentelladas-- el empresariado
orgánico tenía, tiene que velar por los intereses de sus representados,
afiliados o no. Es evidente que no lo ha hecho. Su silencio, digámoslo sin
ambages, no ha ayudado a la lucha contra esa lacra. Ni a la limpieza de todos los establos que
han sido y continúan siendo. En resumidas cuentas, la economía de mercado tiene
sus propias leyes; el mercado de la corrupción cuenta con sus propios códigos,
así en Madrid como en Barcelona.
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