1.-- «Los Estados no se
gobiernan rezando padrenuestros», dejó dicho Cosme de
Médicis. Hay quien lo ha asimilado y quien ha entendido que eso no iba
con él. Carles Puigdemont,
por ejemplo, le ha dado la vuelta al concepto de Cosme: Cataluña se gobierna a
golpe de twitter y siempre desde la distancia. Artur Mas ha aprendido en sus propias carnes que
el banquero florentino, no siendo beato, tenía más razón que un santo.
2.-- Ayer mismo Mas presentó la
dimisión de su cargo de presidente del PDeCAT, el partido heredero de la convergencia pujolista. Es
una dimisión que se une a las dos anteriores: la del consejero Santi Vila hace dos meses y
la de ayer mismo de Carles
Mundó, que ocupó hasta la aplicación del artículo 155 la cartera de
Justicia. Dimisiones por motivos diferentes con un común denominador: el procés y sus consecuencias. Cada
dimitido ha explicado sus razones. Los motivos de cada cual suenan razonables.
Pero vistos en conjunto las explicaciones no son convincentes. Los motivos son,
especialmente, el fracaso del procés,
que no ha sido tratado a golpe de padrenuestros por parte del Estado. No hay
cabida para las oraciones en la acción del Estado.
3.-- ¿Dónde está el fracaso del procés, que, no obstante, tiene la
mayoría parlamentaria, no así en votos? En que la reivindicación central (la
independencia de Cataluña) no se puede materializarse: la máquina del Estado,
la Unión Europea y el Departamento de Estado no lo consienten. El Estado no
quiere hacerse el harakiri, la Unión Europa no permite la desestabilización y
el Departamento de Estado tiene intereses en España y Europa. Es un triángulo
escaleno que nunca quiso ser entendido por el alma espiritual de los
independentistas.
4.-- El procés
ha actuado como una motosierra contra las fuerzas políticas que le dieron
gasolina. Primero, la lista electoral del hombre de Bruselas fagocita al PDeCAT,
cuya dirección vive sin vivir en ella; segundo, ERC tiene, en estos momentos, un grupo dirigente
descalabrado y tan versátil que cuesta trabajo saber qué propone; y, tercero,
la CUP parece estar a la remanguillé, esperando ser decisiva en cualquier momento
de confusión (1). En ese follín dimite el rey Arturo.
5.-- La gran enseñanza de Cosme de Médicis ha
llevado a Artur Mas a alejarse del hombre de Bruselas. Ha podido constatar que
no le llueven en su cabeza los padrenuestros del Estado sino duro pedrisco. Y
también que su autoridad política, al frente del PDeCAT ha sido tiznada por el
hombre de Bruselas. Hablando en plata: ha tomado nota de que es un cero a la
izquierda. Él, que fue llamado pomposamente el Mesías no puede conducir a los
suyos a la Tierra Prometida. Menos, todavía, puede compartir que Puigdemont quiera
ser investido, vía karaoke, como presidente de la Generalitat. Así pues, se
marcha con una excusa elegante: no quiere ser impedimento alguno, aunque no
dice para qué.
6.-- En definitiva, los optimates dimiten;
mientras tanto, se quedan aquellos que pueden garantizar la zahúrda y la
desestabilización. Los que están en condiciones de reeditar cómicamente unas vísperas
sicilianas, perdón, catalanas.
(1) A la remanguillé era una expresión muy usada en mis tiempos mozuelos. Me permito
aclarar su significado para conocimiento de amigos, conocidos y saludados.
Hacer algo “a la remanguillé” es, como
casi todo el mundo sabe, hacer algo de espaldas, como queriendo adornarse con
un gesto inútil. Algo que normalmente acaba mal. Como el protagonista del
origen de esta expresión, Mangugliè du Soissons. Tras la muerte de Guillermo
II, rey normando en Sicilia, se crea una vacío de poder que se cubre en
principio con la regencia de su tía Costanza. Sin embargo, una parte del
ejército francés no ve con buenos ojos esta regencia y decide elegir otro rey
por su cuenta, concretamente a Mangugliè, primo lejano de Guillermo II y el
general con mayor carisma entre la tropa. No tardó Manguglié en
presentar batalla a Costanza y a su marido, Enrique VI Hohenstaufen.
En la
batalla de Trapani, Mangugliè planteó una táctica que no sólo se demostró
ineficaz, sino que además le hizo pasar a la historia dando origen a la
expresión. Manguigliè decidió tender una emboscada al ejército germano a las
afueras de Trapani, mandando al frente una pequeña parte de sus tropas para
después atacar con el grueso de la caballería por la espalda de los hombres de
Enrique VI. La táctica fue un completo fracaso ya que las tropas que salieron
al encuentro de los germanos fueron aniquiladas en poquísimo tiempo, por lo que
cuando llegó Mangugliè con la caballería Enrique VI se había parapetado
perfectamente en la ciudad y no tuvo problemas no sólo para detener el ataque
normando sino también para contraatacar y destruir el ejército de Mangugliè. La
maniobra fue enseguida motivo de burla, por lo que en Sicilia comenzó a
utilizarse la expresión alla
re Mangugliè (literalmente “a la manera del rey Mangugliè),
que significaba exactamente lo mismo que hoy, una maniobra difícil para hacer
algo, sin que llegue a buen fin.
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