Josep Lluis Trapero, el primer jefe de los Mossos de
l´Esquadra, calificado como héroe tras
el tristemente célebre 17 de Agosto en las Ramblas de Barcelona; el máximo
responsable de la policía autonómica cuando aquel 1 de Octubre del mismo año se
formó la que se formó, compareció ayer en Madrid ante la Justicia. Ningún
político de la primera (ni segunda, ni tercera) división independentista acudió
a arroparlo. Trapero fue al banquillo a cuerpo juncal. Sabemos de muy buena fuente
que en los cenáculos independentistas se organizó meticulosamente la
inasistencia. «Roma no paga traidores». Trapero es, así pues, el nuevo traidor
del elenco que gestiona Waterloo y sus franquicias.
Las palabras de Trapero al Fiscal no defraudaron: la declaración unilateral de independencia fue
una barbaridad. Más contundencia todavía: tenía un operativo, con helicóptero
incluido, para detener –si fuera preciso--
a Puigdemont y
el resto del gobierno catalán. Abro paréntesis: con toda seguridad este
Puigdemont no ignoraba los preparativos de su detención, ¿no será, pues, que
puso pies en polvorosa para huir de los Mossos? Esto en el caso de que Trapero tuviera
esa intención. Cierro paréntesis.
Las
cosas claras: no sabemos si Trapero habla de manera contundente porque las
cosas fueron así o –como otros se malician—por pura estrategia defensiva ante
el Tribunal. Lo que sí está claro es que Trapero está ahora en la zona de los
traidores y vendidos. Su mentora, despechada, la
Musa del independentismo, está como la Zarzamora «llora que llora por los
rincones».
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