Dios
ha hecho oídos sordos a uno de sus hombres en la Tierra, el cardenal Cañizares. Dios no ha
querido saber nada de tan ultraderechista alto funcionario de la Iglesia. O no
se ha rezado suficiente en las iglesias de España o Dios no ha estado por la
labor. El caso es que Pedro Sánchez es ya el
presidente del gobierno. Por los pelos. Con lo que se ha abierto la legislatura
más complicada de la historia de nuestra reciente democracia. Se requerirá por
parte de la coalición de izquierdas –la gran novedad de nuestros días-- mucho temple y, sobre todo, mucha mano izquierda. Y, al mismo tiempo,
mucha inteligencia porque no habrá una oposición convencional, sino la práctica
de la reyerta, la dialéctica de los puños y los insultos. Lo más amable que
hará el búnker será escupir por el colmillo.
Pero,
ante todo y sobre todo, se precisa una potente visibilidad del gradual
cumplimiento del programa de la coalición. Por dos razones obvias: a) en
aplicación de los compromisos, y b) la puesta en marcha de una relación fecunda
entre los representantes y los representados. O, lo que es lo mismo: la utilidad
del programa en la condición concreta de las personas de carne y huesos. Más
todavía, la gradualidad del cumplimiento dará confianza. En definitiva, se
traduciría en respaldo popular a una coalición, cuantitativamente frágil. Por
supuesto, los principales actores han de ser las organizaciones políticas
firmantes del acuerdo. También, por supuesto, los movimientos sociales ya sean
de naturaleza sectorial como de general.
Si
partimos de que se precisa la ampliación de la base social que apoya la coalición
y su programa. De ahí que me parezca importante –sobre todo, necesario— la
puesta en marcha de un movimiento de sostén al gobierno de coalición. De
entrada ya han surgido voces autorizadas planteando algo similar. Isidor Boix lo argumenta y concreta así: «Más allá de la legítima, y conveniente,
adhesión a la propuesta política partidaria más afín a cada un@, sugiero una
organización ("Foro" u otra denominación) cuya única referencia
programática sea el actual PROGRAMA DE GOBIERNO PROGERSISTA, y que, por no
pretender constituirse, ni ahora ni después, en partido, admita y agrupe tanto
a personas ya afiliadas a los respectivos partidos como a otros que hoy no lo
estamos».
Comparto la propuesta de Isidor, y sólo me
permito un matiz: que ese Foro –o como quiera que se llame finalmente-- en vez de ser una organización debería ser un
movimiento. Un movimiento que se propague por los cuatro puntos cardinales de
la península en cada ciudad, pueblo y lugar.
A mi juicio este movimiento no debe ser la prolongación de los partidos
sino la expresión de quienes establecen implícitamente un pacto de conveniencia
con el gobierno: un dot ut des que favorece los intereses comunes y, de esa
manera, expresa las utilidades mutuas.
Alguien tendrá que ponerse manos a la obra.
Corríjase el vicio de dejar las cosas para mañana.
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