Es
algo ya visto: de un lado, la España que se arremanga los brazos y se pone a
trabajar y, de otro lado, la España que ladra cada vez con más ira. La España
que se ha metido en harina es la que ha posibilitado la puesta en marcha del
compromiso del Programa de Gobierno fijando el salario mínimo interprofesional
en 950 euros. Es el Ministerio de Trabajo, el sindicalismo confederal y la
CEOE. Así pues, mientras la derecha de secano y orinal sigue sin querer razonar
(lo que comporta la imposibilidad de pactar), Comisiones Obreras, UGT y las
patronales superan de manera vertiginosamente
rápida las dificultades que hubiere y llegan a un acuerdo. Las derechas
se han quedado con el culo al aire: pensaban que el empresariado sería su
acólito. Por lo demás, también la CEOE ha hecho oídos sordos a la prensa
–llamada exageradamente especializada--
fámula de Casado y sus escribas agachados.
Sindicatos
y patronales han demostrado, sobre todo, que cumpliendo su cometido, es como se
hace el mejor servicio a la democracia y al Estado de derecho. Por lo general,
esta subida ha sido recibida con moderada simpatía por algunos medios como La
Vanguardia y El País. Sólo ha arrugado la nariz algún que otro aspirante a
titular de la cartera de Economía, catedráticamente insatisfecho, que se ha
sumado al coro de los post modernos: «Esta subida no destruirá empleo, pero
frenará su creación». O lo que es lo mismo: como no se demuestra la sagrada
premisa de incrementos salarios igual a destrucción de puestos de trabajo hay
que crear un nuevo teologúmeno: esta subida frena la creación de empleo.
Este
acuerdo se ha producido en un momento de gran tensión política: en una
situación en la que las derechas se han propuesto –dígase sin remilgos— crear un clima de desestabilización. Las
derechas, cada vez más convergentes en el territorio ultra, intentan impedir la
apertura de un nuevo ciclo político y, carentes de la necesaria relación de
fuerzas para ello, organizan una descomunal barahúnda para ser resuelta por la
vía de los artificios y mandangas de los éforos de la División Togada Aranzadi.
El
otro día comentábamos que en una orilla del Guadalquivir se oían «voces de
muerte» del sector pendenciero de los socialistas sevillanos mientras que en la
otra orilla un grupo amplio de adheridos a la Plataforma
de Apoyo al Gobierno se disponía a crecer y multiplicarse. Ahora, aparece
una situación similar: el inefable García – Page lanza un torpedo al mismísimo Sánchez. Antonio Navarro, llamado cariñosamente Baby, promotor de la Plataforma de Apoyo al
Programa de Gobierno y albaceteño hasta la coronilla, refiere: «Su partido anuncia la reforma del Código
Penal y responde que no se puede mercadear con él. Entiende por mercadeo llevar
al parlamento, el foro soberano donde hay que debatirlo todo, una adecuación
del Código Penal al ordenamiento jurídico europeo. Los contratiempos sufridos por los
tribunales españoles en procedimientos contra políticos catalanes, no son fruto
del capricho ni de la incomprensión de los jueces europeos en relación al procés, es más sencillo, simplemente hay
delitos que no tienen encaje en la justicia europea». Ya lo dijo Konrad Adenauer: “Hay tres tipos de enemigos: los enemigos
a secas, los enemigos mortales y los compañeros de partido”.
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