Escribe El dómine Cobra
«Vuelve la burra al trigo». Esta es una
frase que la usamos en referencia al animal que regresa una y otra vez al campo
de trigo y lo destroza por muchos desvelos que ponga el dueño del animal en que
éste no incurra en la misma acción, pues en su terquedad no aprende ni
aprenderá. Ni por pienso estoy llamándole burra al vicario del hombre de
Berlín, simplemente utilizo un conocido y viejo refrán, que se resiste al paso
de los tiempos y sus transformaciones. Ahora bien, no tengo empacho en
reconocer que Quim Torra vuelve
al trigo. Y en esa vuelta al cereal ha sido elegido presidente de la
Generalitat. Presidente demediado y provisional tras el dedazo de Carles Puigdemont.
Torra que es considerado por algunos
analistas como un intelectual. No seré yo quien les contradiga, naturalmente.
Pero ello debería conllevar una redefinición del vocablo para que no se
convierta en terminacho. Si debe ser considerado como intelectual porque ha
escrito centenares de páginas, no veo –por simple analogía-- que debamos oponernos a distinguir á don Marcial
Lafuente Estefanía, prolífico autor de novelas del Oeste en los años
cincuenta, con la misma consideración. Francamente,
no veo por ningún sitio atributo alguno que distinga a este caballero como
intelectual. Al menos en lo referente a una tradición que nos viene de Julien Benda. Intelectual
o no tengo por cierto que Torra bebe sus fuentes en Cesare Lombroso y Louis-Ferdinand Celline.
Italiano el primero, francés el segundo. Dos ultramontanos de mucho cuidado:
etnicistas y xenófobos hasta el cielo de la boca. De hecho toda la abundante
literatura tuitera de Torra es una recreación de la retórica
lombroso-celiniana. Aunque, para mayor abundamiento, hemos de señalar que no es
el único ni el primero que ha bebido de esos calostros en Cataluña. En
resumidas cuentas, si este Torra es un intelectual, lo es por delegación de
aquellos dos personajes. Pues bien, este es el personaje que ha sido elegido
por la mayoría independentista del Parlament. Con la abstención de la CUP.
Ya se sabe: los caminos de la revolución son inescrutables.
Cuesta poco pedir perdón. De ahí que
Torra lo haya hecho tres veces, a propósito de sus tuiters, en la sesión de
investidura. No obstante, pedir perdón no deja de ser una treta retórica. Es
algo así como aligerar el zurrón para seguir pecando, según deja sentado la
teología del confesionario. Pero Lombroso y Céline siguen vivos y coleando en
el colodrillo de Torra.
Torra va ahora camino de Berlín para
entrevistarse con el Holandés Errante. A rendirle pleitesía y recibir sus
bendiciones patriarcales. Por lo que entiendo que quienes han llamado
intelectual a Torra o han exagerado o dicho cometido ha sufrido una degradación, que pudiera ser, desde los tiempos de
Benda.
Apostilla. ¿Quién paga los gastos del viaje Barcelona – Berlín
– Barcelona?
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