La
boda de Harry y Meghan ha sido un
acontecimiento global. Lo de
Pablo e Irene
ha quedado reducido al campanario patrio. Inglaterra, ciertamente, no es lo que
era, pero quien tuvo y retuvo guardó para la vejez. De manera que no hay punto
de comparación. Eso sí, por muchas que sean las diferencias, hay un olor que
recorre a lo de ambas parejas: el sabor a culebrón a medio camino entre las
novelas rosa de don Rafael
Pérez y Pérez y Corín
Tellado. Pues bien, hoy nos toca
hablar de Pablo e Irene, porque nos acogemos a la vieja convención de no
meternos en los culebrones internos de cada país. Quédense, pues, los ingleses
con su Harry y su Meghan.
Ríos
de tinta sobre el particular. No sería de extrañar que don Mario Vargas Llosa eche su
cuarto a espadas un día de estos. Mientras tanto digamos la nuestra intentando
escabullirnos de la salsa rosa que, en cierta media, ha caído el asunto. ¿Han
hecho bien Irene y Pablo convocando un plebiscito para los inscritos de Podemos
para saber a qué atenerse? Dos cavilaciones me vienen al magín.
Primera.
Es la primera vez que veo a Podemos tan aturrullado.
Por lo general siempre intentó aparecer como un sujeto intimidante, y en buena
medida lo consiguió. Su génesis, se diga lo que se diga, ha supuesto un baldeo
de cubierta de la política española. Lo ha hecho con descaro y ha provocado
considerables dosis de alferecía. Nadie ha sido indiferente a esa formación
política. Con descaro, digo, y con no poca frecuencia con la altivez
desprejuiciada de lo que surge y quiere hacerse notar. Nunca concitó medias
tintas desde las filas de babor y estribor.
Sin
embargo, en esta ocasión observo que la reacción de Irene y Pablo –tanto monta,
monta tanto-- ha sido, durante unos
días, confusa. Unos días en política puede ser una aparente eternidad. Hasta
que llega el momento de la convocatoria del plebiscito Podemos transita del
coro al caño y del caño al coro. Durante ese periodo –insisto, de pocos
días-- se producen reacciones
minoritarias, pero cualificadas de dirigentes de Podemos. Algunas vacas
sagradas se pronuncian afeando lo ostentoso de la compra del chalet. Puede ser
que tales críticas tengan un trasfondo de
franciscanismo. Pero en el fondo representan la denuncia, justa o no, de
la discontinuidad de la estética fundacional de Podemos. Las virtudes públicas
declaradas no coinciden con los vicios privados, si es que los hay.
2.-- En resumidas cuentas, Irene y Pablo observan
que, desde sus propias filas, hay un malestar que se ha hecho público. Los
trapos no se han lavado en casa. Ante ese problema ¿qué podían hacer Irene y
Pablo? Desde luego, no se permitieron que el malestar en el interior del
partido se incrementara. Así es que, cogen el camino del medio y convocan a sus
parciales a decir la suya. Con el instrumento más delicado y contradictorio de
la democracia, el plebiscito. Que siempre tiene un arma de doble filo. Que,
además, ha sido convocado directamente sin el conocimiento previo de las
estructuras dirigentes. Así las cosas, este plebiscito, paradójicamente, tiene
una dosis de autoritarismo, pues ha nacido de la voluntad de ambos jefes. Y que sólo, puede ser
interpretado por ellos. No se especifica el quórum para validarlo, por ejemplo.
De
esto no hablaremos hoy en Mataró en el Café de Mar.
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