martes, 22 de mayo de 2018

Lo de Irene y Pablo




La boda de Harry y Meghan ha sido un acontecimiento global. Lo de Pablo e Irene ha quedado reducido al campanario patrio. Inglaterra, ciertamente, no es lo que era, pero quien tuvo y retuvo guardó para la vejez. De manera que no hay punto de comparación. Eso sí, por muchas que sean las diferencias, hay un olor que recorre a lo de ambas parejas: el sabor a culebrón a medio camino entre las novelas rosa de don Rafael Pérez y Pérez y Corín Tellado.  Pues bien, hoy nos toca hablar de Pablo e Irene, porque nos acogemos a la vieja convención de no meternos en los culebrones internos de cada país. Quédense, pues, los ingleses con su Harry y su Meghan.

Ríos de tinta sobre el particular. No sería de extrañar que don Mario Vargas Llosa eche su cuarto a espadas un día de estos. Mientras tanto digamos la nuestra intentando escabullirnos de la salsa rosa que, en cierta media, ha caído el asunto. ¿Han hecho bien Irene y Pablo convocando un plebiscito para los inscritos de Podemos para saber a qué atenerse? Dos cavilaciones me vienen al magín.

Primera. Es la primera vez que veo a Podemos tan aturrullado. Por lo general siempre intentó aparecer como un sujeto intimidante, y en buena medida lo consiguió. Su génesis, se diga lo que se diga, ha supuesto un baldeo de cubierta de la política española. Lo ha hecho con descaro y ha provocado considerables dosis de alferecía. Nadie ha sido indiferente a esa formación política. Con descaro, digo, y con no poca frecuencia con la altivez desprejuiciada de lo que surge y quiere hacerse notar. Nunca concitó medias tintas desde las filas de babor y estribor.

Sin embargo, en esta ocasión observo que la reacción de Irene y Pablo –tanto monta, monta tanto--  ha sido, durante unos días, confusa. Unos días en política puede ser una aparente eternidad. Hasta que llega el momento de la convocatoria del plebiscito Podemos transita del coro al caño y del caño al coro. Durante ese periodo –insisto, de pocos días--  se producen reacciones minoritarias, pero cualificadas de dirigentes de Podemos. Algunas vacas sagradas se pronuncian afeando lo ostentoso de la compra del chalet. Puede ser que tales críticas tengan un trasfondo de  franciscanismo. Pero en el fondo representan la denuncia, justa o no, de la discontinuidad de la estética fundacional de Podemos. Las virtudes públicas declaradas no coinciden con los vicios privados, si es que los hay.

2.--  En resumidas cuentas, Irene y Pablo observan que, desde sus propias filas, hay un malestar que se ha hecho público. Los trapos no se han lavado en casa. Ante ese problema ¿qué podían hacer Irene y Pablo? Desde luego, no se permitieron que el malestar en el interior del partido se incrementara. Así es que, cogen el camino del medio y convocan a sus parciales a decir la suya. Con el instrumento más delicado y contradictorio de la democracia, el plebiscito. Que siempre tiene un arma de doble filo. Que, además, ha sido convocado directamente sin el conocimiento previo de las estructuras dirigentes. Así las cosas, este plebiscito, paradójicamente, tiene una dosis de autoritarismo, pues ha nacido de la voluntad de ambos jefes. Y que sólo, puede ser interpretado por ellos. No se especifica el quórum para validarlo, por ejemplo.

De esto no hablaremos hoy en Mataró en el Café de Mar. 



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