Mister Trumpp ha
tardado en reconocer que es un putañero (whoring). Primero dijo que no, ahora
dice que sí, pero que los servicios prestados por la señorita en cuestión no
los pagó con los fondos de su campaña electoral. En todo caso, digamos que
mintió en su día. De lo dicho ahora nada sabemos. O sea, ignoramos si el
caballero se alivió pagando con los dineros de la campaña o de su humilde peculio
particular. Sea como fuere la sordidez del asunto es manifiesta.
Mister Trump sigue en este caso una cierta tradición
de aquellos presidentes norteamericanos que han sido flojos de bragueta. No es
necesario nombrarlos. En cambio, el caballero introduce una variante que, según
parece, no estaba en sus predecesores: tirar de la chequera personal o de los
fondos de la campaña electoral.
Parto de esta consideración: la vida personal de
Trumpp me es indiferente. Si es realmente un putero es cosa suya y del tipo de
acuerdos que haya llegado con su esposa. Más todavía, hubo un tiempo que en
Europa estas cosas no se tenían en cuenta. Cierto, nadie hubiera podido
imaginar que, pongamos por caso, sir Winston, el general De Gaulle, Adenauer o
Alcide de Gasperi tuvieran esas debilidades. A decir verdad, tuvieron una fama
de santos varones y nada se ha dicho en su contra. Pero en los Estados Unidos
de Norteamérica esos movimientos de sábanas siempre se vigilaron con el mismo
celo que el fraile Savonarola imprimiera a su vida pública. Puritanismo a
destajo y al por mayor. Por ejemplo, el que se relata en la magnífica película Tempestad sobre Washington. Lo que importa en este
caso, al menos para nosotros, es que Trumpp mintió. Mintió y, además, acusó a
la prensa de propalar infundios. Ahora,
por fin, es un putero confeso.
Así pues, Mister Trumpp o la doble moral y la doble
contabilidad. En todo caso, la actitud de este putañero deja las mentirijillas
de Cristina Cifuentes con un cierto sabor
aldeano. Porque la trascendencia global de la bragueta del americano no tiene
ni punto de comparación con las trolas de la dama madrileña. Lo del putero es
Hollywood; lo de Cifuentes es cine de barrio.
No me olvido de un tal Agramunt,
senador de bragueta suvbencionada. Pero he de recordar que hablamos de sus
cosas hace unos días.
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