Carles Puigdemont ha vuelto a las andadas.
Otra vez se postula para recibir la investidura por vía telemática. La sesión
del Parlament será el próximo día 12. En todo caso ha tenido la picardía de
poner esa fecha, porque espera que tanto el gobierno de España como el Tribunal
Constitucional les tumbe la jugarreta. De eso se trata, de acumular agravios y,
después, que el Sol salga por Llavaneras.
1.-- El
pasado viernes hubo nueva sesión del Parlament de Catalunya. Y volvió a
repetirse el bochornoso espectáculo de un encuentro donde los diputados
amarillos impusieron el rodillo y se aprobó
en lectura única –o sea, aquí
te pillo y aquí te mano-- un ley que
permite investir al Ausente. Todas las
convenciones, usos y costumbres del debate parlamentario hechas trizas por una
serie de diputados (y diputadas) que se distinguen por jugar al escondite
inglés.
No es, a decir verdad, un embrollo. Ni tan siquiera
estamos ahora empantanados. No es un embrollo sino la banalización de la vida
parlamentaria por una serie de personas ociosas mediante la técnica del perro
del hortelano. Ya no es tampoco la política de los amarillos, es un
divertimento a mayor gloria del Ausente. Sombras chinesca. La fase ya no es la
denunciada por Joan Coscubiela, esto es, el
empantanamiento. Ahora es la putrefacción como fase superior del
empantanamiento.
Llevamos demasiados meses donde los ociosos dicen que están buscando un
candidato perdido a la presidencia de la Generalitat y todavía no hallado en el templo. Ya
se ha perdido la cuenta. La última, Elsa Artadi,
la Enviada de
von Hayek en la Tierra , ha dicho a sus
compañeros de pupitre que no puede asumir el papel simbólico que le asigna el Ausente. O sea, o César o nada.
¿Era lo que buscaba el caprichoso Puigdemont?
2.-- Ya no me
parece sorprendente la subalternidad de las fuerzas parlamentarias amarillas
hacia el Ausente. Es el sometimiento activo, pasivo y perifrástico de los
neoconvergentes y de Esquerra Republicana de Catalunya
hacia el cesarismo de campanario. Como consecuencia de una derrota
mayúscula del procés, que les ha
dejado sin plumas y sin cacareo. La voz, la única voz es la del Ausente. Una voz que no sería exagerado afirmar que
hace tiempo que perdió el oremus. Que peligrosamente se desliza hacia el
autoritarismo. Y sin embargo, en el interior de los neoconvergentes hay
movimientos de hartazgo y un cierto intento de salir de tan descomunal
embrollo.
Días pasados se celebró en Rubí una cena con un
centenar de asistentes con la idea de manifestar el desacuerdo con la
indefinición del grupo dirigente del PDCat, el
partido heredero de Convergencia. Figuras tan representativas como Xavier Trías, ex alcalde de Barcelona, se encontraban
allí. No solo se manifestó hartazgo, también el encuentro olía a protesta. De
todas formas, nadie amenazó con romper la baraja. El miedo a sentirse señalado
por el movimiento amarillo es superior a cualquier otra consideración. Los
neoconvergentes tienen miedo de saltar hechos pedazos; los de Junqueras están
en un permanente quiero y no puedo que les paraliza. Y la oposición va dando
tumbos del coro al caño y del caño al coro.
3.-- Dígase
lo que se quiera, pero en Cataluña no se hace política. Simplemente se
chicolea. Allí los niños juegan al escondite.
No hay comentarios:
Publicar un comentario