Joan Canadell es
un empresario gasolinero, es dueño de nueve distribuidoras con sólo tres
asalariados en total. Agitador conspicuo del independentismo catalán. Ingeniero
industrial. En este caballero desembocan todas las corrientes atolondradas del
secesionismo en sus diversas vertientes de las derechas reales y las sumergidas
del siglo XX. (Menos mal que fue un siglo ´corto´).
Este
Canadell ha sido elegido en las primarias como segundo de la lista de los de
Waterloo, que ahora se llaman Junts. Los medios indican
que literalmente ha barrido en las primarias. Exageraciones, es poco serio
llamarlo así cuando el censo de votantes no llegaba a cinco mil personas. Tan
menguado número de inscritos es, quizá, el resultado de la desmembración sistemática
de convergentes que otrora fueron el tronco, la cabeza y las extremidades de
Cataluña. Ahora todo eso se ha quedado en un juanete.
Joan
Canadell es un personaje singular. Comparte con una acreditada cofradía de
creyentes que toda una serie de personajes de altas campanillas fueron
catalanes: Cervantes y
Leonardo da Vinci, Cristóbal Colón y Teresa de Ávila. Tal como propalan licenciados en
Historia generosamente financiados por los diversos Gobiernos de Cataluña. Los
mismos que niegan la catalanidad a Manuel Vázquez
Montalbán, Fernando Mendoza y Juan Marsé. ¿Es posible
que un ingeniero industrial crea tales patrañas? Puede ser. Lo que en realidad llevaría a la
conclusión de que se puede pasar un examen de Análisis Matemático y, sin
embargo, ser culturalmente un botarate. Es posible, me digo. Precisamente el
número dos del Partido
Popular, Teodoro
García Egea, es igualmente ingeniero y sin embargo solamente destaca
intelectualmente por su pericia en poner en órbita los huesos de las aceitunas,
que algunos llaman güitos.
Con
todo, yo estimo que Joan Canadell no participa de esos disparates, aunque los
utiliza. Los usa para cubrir una serie de objetivos: a) atraerse las simpatías
de quienes, de tanto repetir tales dislates han acabado creyéndolos; b) cubrir
el déficit histórico de personalidades catalanas de aquellos tiempos lueñes. Sea
lo uno o lo otro, o ambas cosas a la vez, es el uso taylorista de la patraña.
La mentira como arma de los populismos, viejos y nuevos. Porque han visto que
la mentira, como metáfora de la fe, también mueve montañas. Por lo que, alevines
de Tump y Neil Farage, el fin
justifica esos medios.
El
problema es que, a estas alturas, tras la sistemática desagregación de los post
post post convergentes, se desconoce qué objetivos persiguen, aunque es
reconocible el diapasón de la patraña.
Mi
compañero de ambulancia, también de Pineda de Marx,
se ha despedido hoy. Ahora, tras haber pasado por el taller, deberá acudir a la
sección de verificación. A mí me quedan ya sólo once viajes a can Ruti, que
está en la Badalona de Manuel Moreno Mauricio.
Post
scriptum.--- Yo también soy un admirador de Smiley.
Sólo le digo que nunca dijó algo tan macizo como «Lo primero es antes». Que
lució siempre don Venancio Sacristán.
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