Las
prácticas de la negociación colectiva, especialmente las que se refieren a la
reducción de la jornada laboral están, en mi opinión, definitivamente agotadas.
No es la primera vez que lo digo ni, supongo, será la última. Ahora, la
propuesta de una «ley de usos del tiempo», que comentábamos ayer, indica clamorosamente
esa extenuación (1).
Es
importante esa propuesta, decíamos ayer en nuestro decimosexto viaje de casa a can Ruti y viceversa, a lomos de la ambulancia.
Importante por sus intenciones. Y, a la vez, importante por la modernidad que
representa. También, porque viene de parte de quien puede elaborarla, el
gobierno progresista de España.
Primera
observación: la ley no significa un ´descanso´ para los sindicalistas. Quiero
decir que, con ella, no se resuelven los problemas que corresponde solucionar a
la acción negociadora del sindicalismo confederal. Lo que se dice para evitar
estar a la espera de la promulgación de dicha ley. Es más, desafía a las
prácticas contractuales a pasar a un nuevo paradigma. Perdón: no tengan ustedes
miedo de lo nuevo, dijo aquel.
Segunda
observación: la ley será, en mi opinión, un texto genérico, porque es imposible
que aborde en lo concreto las mil y una situaciones de la realidad del
ecocentro de trabajo y su vinculación –esto es, la indispensable
compatibilidad-- con los tiempos de
vida, ahora ya no residuales. En suma, la ley siendo necesaria no es
suficiente. O está acompañada de una vastísima trama de negociaciones o será
papel mojado.
Entiendo
que el sindicalismo está ahora en mejores condiciones para entender la
propuesta de Pérez Rey que hace unos años. Por
dos razones: una, la gran cantidad de mujeres que han pasado, desde el último
congreso, a ocupar puestos de alta responsabilidad, sabido es de la mayor
sensibilidad de la mujer ante los temas del tiempo; dos, el rejuvenecimiento
que, en líneas generales, se ha dado en las estructuras. Y, quizás haya una
última condición que lo favorece: el hecho de que, entiendo yo, ahora se
considera con toda la razón que la reducción y reordenación de los tiempos de
trabajo y su vinculación con los de vida no es una variable independiente de la
eficiencia y la sostenibilidad. Por lo demás, me barrunto que será
indispensable establecer las compatibilidades de la Ley de usos del tiempo con:
1) la acción sindical, las plataformas y los contenidos de la negociación
colectiva, especialmente los temas de la flexibilidad y la organización del
trabajo; 2) con los planes de formación sindical de los cuadros del
sindicalismo; y 3) con toda la legislación laboral y especialmente con el nuevo
Estatuto de los trabajadores del siglo XXI. Otra vez: no tengáis miedo de lo
nuevo. Los nuevos usos del tiempo serán la bóveda de la acción colectiva del
sindicato.
Otra
cosa. Pregunto al personal sanitario cuánto vale el acelerador lineal, ese artefacto
que me envía las ondas de la radioterapia para curarme. Respuesta: cerca de
tres millones de dólares. El acelerador
lineal, fue propuesto en 1924 por el físico sueco Gustaf Ising. El ingeniero
noruego Rolf Wideröe construyó la primera
máquina de esta clase, que aceleraba iones de potasio hasta una energía de
50.000 eV. El que me
cura es de ultimísima generación. Ahí, en la foto, me tienen ustedes en pleno
tratamiento.
Post
scriptum.--- Les recordamos que, según don Venancio
Sacristán, «Lo primero es antes». Oiga, si eso lo hubiera dicho Hamlet estaría en las citas del filosofar de
campanillas.
1)
https://lopezbulla.blogspot.com/2020/12/meditaciones-desde-mi-ambulancia-16.html
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