miércoles, 2 de diciembre de 2020

Meditaciones desde mi ambulancia (17)


 

Las prácticas de la negociación colectiva, especialmente las que se refieren a la reducción de la jornada laboral están, en mi opinión, definitivamente agotadas. No es la primera vez que lo digo ni, supongo, será la última. Ahora, la propuesta de una «ley de usos del tiempo», que comentábamos ayer, indica clamorosamente esa extenuación (1).

Es importante esa propuesta, decíamos ayer en nuestro decimosexto viaje de casa a can Ruti y viceversa, a lomos de la ambulancia. Importante por sus intenciones. Y, a la vez, importante por la modernidad que representa. También, porque viene de parte de quien puede elaborarla, el gobierno progresista de España.

Primera observación: la ley no significa un ´descanso´ para los sindicalistas. Quiero decir que, con ella, no se resuelven los problemas que corresponde solucionar a la acción negociadora del sindicalismo confederal. Lo que se dice para evitar estar a la espera de la promulgación de dicha ley. Es más, desafía a las prácticas contractuales a pasar a un nuevo paradigma. Perdón: no tengan ustedes miedo de lo nuevo, dijo aquel.

Segunda observación: la ley será, en mi opinión, un texto genérico, porque es imposible que aborde en lo concreto las mil y una situaciones de la realidad del ecocentro de trabajo y su vinculación –esto es, la indispensable compatibilidad--  con los tiempos de vida, ahora ya no residuales. En suma, la ley siendo necesaria no es suficiente. O está acompañada de una vastísima trama de negociaciones o será papel mojado.

Entiendo que el sindicalismo está ahora en mejores condiciones para entender la propuesta de Pérez Rey que hace unos años. Por dos razones: una, la gran cantidad de mujeres que han pasado, desde el último congreso, a ocupar puestos de alta responsabilidad, sabido es de la mayor sensibilidad de la mujer ante los temas del tiempo; dos, el rejuvenecimiento que, en líneas generales, se ha dado en las estructuras. Y, quizás haya una última condición que lo favorece: el hecho de que, entiendo yo, ahora se considera con toda la razón que la reducción y reordenación de los tiempos de trabajo y su vinculación con los de vida no es una variable independiente de la eficiencia y la sostenibilidad. Por lo demás, me barrunto que será indispensable establecer las compatibilidades de la Ley de usos del tiempo con: 1) la acción sindical, las plataformas y los contenidos de la negociación colectiva, especialmente los temas de la flexibilidad y la organización del trabajo; 2) con los planes de formación sindical de los cuadros del sindicalismo; y 3) con toda la legislación laboral y especialmente con el nuevo Estatuto de los trabajadores del siglo XXI. Otra vez: no tengáis miedo de lo nuevo. Los nuevos usos del tiempo serán la bóveda de la acción colectiva del sindicato.

Otra cosa. Pregunto al personal sanitario  cuánto vale el acelerador lineal, ese artefacto que me envía las ondas de la radioterapia para curarme. Respuesta: cerca de tres millones de dólares.  El acelerador lineal, fue propuesto en 1924 por el físico sueco Gustaf Ising. El ingeniero noruego Rolf Wideröe construyó la primera máquina de esta clase, que aceleraba iones de potasio hasta una energía de 50.000 eV.  El que me cura es de ultimísima generación. Ahí, en la foto, me tienen ustedes en pleno tratamiento.

 

Post scriptum.--- Les recordamos que, según don Venancio Sacristán, «Lo primero es antes». Oiga, si eso lo hubiera dicho Hamlet estaría en las citas del filosofar de campanillas.

 

1)           https://lopezbulla.blogspot.com/2020/12/meditaciones-desde-mi-ambulancia-16.html

 

 

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