Pablo Casado ya
no tiene quien le escriba. De hecho, hace tiempo que el cartero no llama dos
veces a su puerta. Ni siquiera sus parciales le citan. Pero el alcázar de
Casado, aislado por los cuatro puntos cardinales, no se rinde. Se explica ese autismo: la
coyuntura sigue sonriendo, aunque a trompicones, a Pedro
Sánchez. Un dato: ya están las vacunas en España.
La
Unión Europea ha puesto en marcha los fondos para la lucha contra la crisis y
ha salido razonablemente bien de la tan estrafalaria como historiada cuestión
del Brexit. Y, en lo doméstico, los elementos que podían ser intimidantes sólo
son un ligero incordio, picotazos de mosquito. Pongamos que hablo de los sables
oxidados y los limpios con netol, además de los gruñidos que se emiten desde
Waterloo.
A
Casado sólo le quedan las apariencias de un partido que fue y, por lo que se
ve, tardará mucho en ser. Y por si faltara poco el Fondo Monetario
Internacional ni siquiera lo tiene en su grupo de whatsapp. La pandemia ha
provocado un cambio tan vasto y brusco que hasta el FMI ha variado radicalmente
su tradicional postura. De aquel tristemente célebre Consenso de Washington se ha pasado justamente a
sus antípodas. Casado no lo barruntó, a pesar del buen olor de la nueva
pepitoria que se estaba cocinando en el FMI. Por eso se emperró en seguir
poniendo la proa a la política económica del gobierno progresista de coalición.
Cuando el FMI, de un tiempo a esta parte, hablaba de no rebajar la presión
fiscal, el alcázar de Casado arremetía contra la ortodoxia de Pedro Sánchez,
aplaudiendo la política fiscal de la Comunidad de Madrid, justamente lo
contrario de lo que reclama el Fondo.
En
síntesis el FMI plantea: «Los
Gobiernos deben tomar medidas para mejorar el cumplimiento tributario, y
evaluar la aplicación de impuestos más altos para los grupos más acaudalados y
las empresas más rentables» (1). No se trata de un planteamiento a la ligera;
es sabido que, desde el acceso a la directora del Fondo de la búlgara Kristalina Georgieva, la institución ha dado un giro
espectacular. Georgieva –nada que ver con Strauss Khan, Rato y Lagarde— es autora de un importante artículo Reducir la
desigualdad para generar oportunidades, donde se aboga por el tipo de política fiscal
que propone el Pacto de gobierno español (2). Eso lo decíamos en enero de este
año, antes de la pandemia.
Pero el alcázar de Casado, no se da por
enterado. En resumen, la derecha española está fuera del perímetro del FMI,
algo tan esperpéntico como aquel papa del Palmar de Troya en grotesca rebeldía
del Vaticano. ¡Cosas veredes!
Posiblemente en privado algunos gerifaltes
dirán que el FMI se ha vuelto chavista, social comunista y demás ridículas
pipirranas. Y, tal vez, haya quien piense que se han pasado con armas y bagajes
al keynesianismo. Mi hipótesis provisional es que la institución ha tomado
buena nota de los destrozos que ha hecho la pandemia y ha estimado que ese
fenómeno global puede provocar un desperfecto mundial. De manera que --entiende
el Fondo-- es preciso proceder a un afeite cosmético de fondo del
neoliberalismo, al menos durante un tiempo difícil de precisar. El alcázar de
Casado sigue, no obstante, repleto de libros intonsos.
Sigue así, aunque perplejo. Porque nadie que
pinte algo medianamente importante en el mundo de la economía lo tiene como
referente. Porque está auto exiliado de los planteamientos del Partido popular
europeo. Y, como hemos dicho más arriba, la voz ex cathedra del FMI no lo tiene
en su lista telefónica. Dispensen la reincidencia, Casado sigue en la periferia
de la política española, voluntariamente discapacitado para aportar una miaja
de propuesta. Casado es sólo un juanete que molesta, pero no ahoga.
Así se las ponen a Pedro Sánchez. Hoy, no
obstante, el incordio más complejo de capear es la consistencia y unidad del
propio gobierno. Visto con frialdad debemos decir que los resultados han sido
largamente más positivos que algunos rasguños. No es necesario recordar el paquete
legislativo aprobado, ni el carácter de los Presupuestos Generales del Estado.
Pero sí es obligado recordar que: primero, todavía, queda mucho itinerario por
recorrer; y segundo, la lucha contra la pandemia será prolongada. Por lo que el
llamamiento a la responsabilidad de unos y otros en el gobierno no es una
jaculatoria, es la garantía de poder continuar con una política progresista al
servicio de las personas de carne y
huesos. Esto es, igualmente, un aviso a las almas panglossianas que tienen la
tendencia a ver los asuntos de color de rosa.
Perdonen, he hablado del alcázar de Casado, en
realidad quería decir el campanario de Casado. Disculpen el desliz.
Post scriptum.--- «Lo primero es antes». Decía
de cuando en vez don Venancio
Sacristán al tiempo que liaba
un caldogallina.
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