Acabo
de pasar el Ecuador y, poco a poco, voy camino del Cabo de Buena Esperanza. Diecinueve
tratamientos de radio, la mitad de los que me corresponden. Hoy es un día
grande para mí. Y ayer también: se aprobaron los Presupuestos generales del
Estado con más apoyos que los recibidos por Pedro
Sánchez en su investidura. El gobierno progresista y de coalición tiene
cuerda. Las placas tectónicas que, desde diversos ángulos, previeron las siete
plagas de Egipto han resultado ser meras exageraciones.
Veo
dos elementos en el día de ayer.
Primero,
la oposición –variopinta desde el Partido Popular hasta Waterloo y los fraticelli de la CUP-- ha
salido derrotada, dividida y enfrentada. En ese frente del no, Vox y
PP se enzarzan en ver quién tiene la
culpa de que se hayan aprobado las cuentas públicas. Laura Borràs --Waterloo en esencia
y presencia-- en todo caso, tiene el suficiente
cuajo para explicar las bondades de su coincidencia en las votaciones con las
derechas carpetovetónicas.
Segundo.
El independentismo catalán ha votado mayoritariamente a favor de los
Presupuestos. Es la reedición de la práctica convergente del peix al cove (´pajaro que vuela a la cazuela´).
ERC y los escindidos de Waterloo han votado a favor. Y lo han hecho con una
competición a ver quién pactaba más y quién sacaba más provecho. De donde
podemos llegar a esta paradójica conclusión: pactar con España es rentable para la propaganda electoral de las autonómicas
catalanas del día de san Valentín, si don Rafael Ribó lo considera oportuno.
Tercero,
hay gente en Ciudadanos
que está refunfuñando. Opinan que ha sido un error su voto en contra. Los de Arrimadas no tienen buena
puntería. El único arsenal que pueden esgrimir de cara a las elecciones es «la
lengua». Tema muy gastado.
Coincidencia
entre los analistas políticos: hay gobierno para rato. Incluso El País publica hoy un sorprendente
editorial: todas las prevenciones a los apoyos de independentistas y demás han
desaparecido, ahora esos partidos son reseñados de forma ´laica´. Un editorial
de aplauso que, a la vez, es una manera de decirle a los diversos jarrones
chinos aquello de «olvídame». Y es que –pensando maliciosamente-- ningún jarróncillo puede solucionarle al
rotativo sus problemas económicos. Ahora es Blas Herrero. Me dicen personas que
están en el ajo que esa oferta de Herrero está auspiciada por Iván Redondo y la
señora Botín.
Hay
gobierno para rato. Pero que no se entere el gobierno de que se dice eso por
ahí. Es mejor que sigan en tensión, sin relajarse. Porque si se lo repiten a mansalva,
un socio –el que sea-- intentará levantarle
el gallo al otro.
La
ambulancia llega a casa. No tenemos tiempo para comentar la propuesta de Pablo
Iglesias sobre la semana laboral de 32 horas. Lo haremos mañana, que no tengo
que madrugar. Lo que diga no será apto para taquicárdicos.
Post
scriptum.--- «Lo primero es antes»,
enseñaba don Venancio Sacristán con igual énfasis
que Eratóstenes mostraba su famosa criba de los
números primos.
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