Los
dirigentes de Unidas Podemos deberían leer el
artículo que un criterioso Paco Rodríguez de Lecea publicó ayer (1). Sus observaciones nacen
de su afecto a dicha organización y al deseo de que el gobierno progresista
tenga larga vida. Coincido con él.
No
es fácil, en efecto, ser un socio minoritario en un gobierno de coalición. Y lo
es menos cuando la mayor parte de los dirigentes están enfrascados en las
tareas de gobierno y las actividades parlamentarias. Un quehacer que atrapa. No
es fácil, repetimos. De ahí que a Unidas Podemos le falten sensores para
conectar con el humus social. Está metida sólo en el Palacio. O Unidas Podemos
se preocupa de hacer organización –del bíblico «creced y multiplicaos»-- o no tendrá los necesarios fundamentos para
ejercer sus responsabilidades políticas en cada lugar concreto y, así las
cosas, acompañar sensatamente la acción de gobierno. En concreto, el desafío de
Pablo Iglesias el Joven es, entre otros,
corregir las características movimientistas de su organización.
Por
otra parte, tengo para mí que su línea de conducta de los últimos tiempos –esto
es, favorecer exageradamente la presencia política de Bildu y Esquerra Republicana de Catalunya— no les proporcionará
réditos electorales por el hecho de que está dando un aliento gratuito a sus
principales competidores. De ahí que «la táctica elegida por la formación [Unidas
Podemos] es tensar la cuerda (más bien, dar tremendos tirones) para presentar a
los ministros propios como los “buenos” …»
(2), es mala cosa. De manera que, por un lado, se exhibe junto a sus
competidores y, de otro lado, achucha desmesuradamente a sus socios de gobierno
con los que no compite, al menos por ahora.
Llegamos
a la altura del peaje de la autopista de Arenys de Mar. Me doy cuenta de que he
olvidado la mascarilla en casa. El conductor me regala una de esas de pico. Y
saco precipitadamente esta conclusión: quien tiene pocas preocupaciones, como
es mi caso, se olvida de las cosas más importantes.
Joan Laporta, nuevamente candidato a presidir el FC
Barcelona, debe tener muchas preocupaciones en la cabeza. De ahí que no haya
olvidado que podría serle rentable poner una pica en Madrid, a la vera del
Santiago Bernabéu. Ha colocado su foto con tanta estridencia como la famosa
bandera de Bono en la plaza de Colón. Astracanada, han dicho algunos. Es
posible, pero yo hago mis propias conjeturas.
Lo
nuevo en el mensaje de Laporta no es
principalmente el colosal tamaño, megalómano, sino el hecho de hacer la
propaganda en la ciudad. No es, se diría, una propaganda deportiva sino de
urbe. Es como quien dice que su concepto del Barça es el de un sujeto
plenamente político. Laporta ha tensado lo de «més que un club» con un diapasón
de naturaleza política y, en este caso, independentista. Justamente en unos
momentos de deshilachamiento del procés.
Precisamente en unos momentos tan
desfavorables para Waterloo como lo ocurrido ayer en el Parlamento europeo. Carles Puigdemont perorando
sólo en la Cámara vacía quejándose de que en Europa no se decide nada y del
déficit democrático de España. Y le digo al caballerete: «De te fabula
narratur».
Conclusión
provisional: Waterloo ya no es rentable ni siquiera a los suyos. Nadie en
Europa está interesado en lo que dice.
Me
quedan solo diez viajes al Hospital. Que nadie le tenga miedo al tratamiento de
radioterapia. La cosa ha avanzado mucho.
Post
scriptum.--- «Lo primero es antes»,
según don Venancio Sacristán.
1) COMPARATIVA
ENTRE LAS NUECES Y EL RUIDO
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