Pineda de Marx, hora de laudes y cuatro grados de
temperatura. El joven conductor de la ambulancia llama suavemente a la puerta
de casa. A los que se encuentren en mi misma situación les sugiero que se tomen
las cosas con calma. Nada se solucionará aturullándote ni con cara de malhumor.
Lo mismo me da leer la prensa en la mecedora que en la ambulancia. Y también da
igual meditar en casa que camino del hospital. Calma, pues. Confíen en los
profesionales de la salud. Siempre les admiré desde que, de niño chico, leía
las novelas de Pearl S. Buck donde se relataban
historias de médicos abnegados.
Entando
casi en Calella de Paco Mías caigo en la cuenta
de que ayer me faltó decir algunas cosas sobre Pablo Casado. Especialmente de sus relaciones
con la Ayuso. Este es
el momento de enhebrar el hilo.
Pablo
Casado le dio el finiquito de la portavocía parlamentaria a doña Cayetana por entender que
tan encopetada señora le estaba haciendo la cama. Casado no estaba seguro de
que las artes y las mañas de la aristócrata –persona leída y viajada— no le jugaran una mala pasada. Casado la cesa sin
contemplaciones siguiendo el lema de «Quien ficha, destituye». Cosa que le
puede pasar, sin ir más lejos, a
Koeman un día de estos. Ahora, otra dama intenta mojarle la oreja a Casado.
Es de Madrid y se llama Isabel. Isabel
Díaz Ayuso. Otra biografía universitaria opaca.
El
problema de Cayetana era que tenía un carácter avinagradamente altanero, no
solo con sus adversarios, sino también con sus correligionarios. Cayetana provocaba más bien un indisimulado repelús
a los más cercanos y fuertes adhesiones
a quienes tenía lejos. La Ayuso es otra cosa. Atención: le achacan una
fidelidad a Casado y al grupo dirigente del PP que nunca ha manifestado en
público ni en privado. Es como Esperanza
Aguirre, pero con aires zarzueleros, entre Agua, azucarillos y aguardiente y La revoltosa. Es en todo caso, la niña que hubiera querido tener Vox.
Hay
contrastes no irrelevantes entre Casado y Ayuso. Casado no puede admitir la bravuconería
de los sables oxidados, porque en la Unión Europea le señalarían con los cinco
dedos de la mano derecha. Ayuso no ha tenido empacho en justificar y mostrar su
cercanía a los manifiestos de los milicos. Ninguna autoridad del partido ha
hecho una cosa igual o similar. Entiendo que la postura de Ayuso no obedece a
un acto de atolondramiento, sino a una opción meditada, es decir, ser un polo
de referencia no solo para Vox sino para su propio partido. Por lo que, así las
cosas, Ayuso es doblemente insurrecta: a la Constitución y a su propio partido.
Y, sin embargo, Casado calla. Casado empieza a olvidar lo de «cría cuervos que
te sacarán los ojos».
Mañana
será otro día. Me despido del personal sanitario con un sincero «Gracias,
muchas gracias».
Post
scriptum.--- Un político puede ignorar el teorema de Ceba. Pero debe saber que
«lo primero es antes», según enseñaba don Venancio
Sacristán, mecánico ajustador y filósofo de Chinchón.
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