miércoles, 9 de diciembre de 2020

Meditaciones desde mi ambulancia (21)


 

Pineda de Marx, hora de laudes y cuatro grados de temperatura. El joven conductor de la ambulancia llama suavemente a la puerta de casa. A los que se encuentren en mi misma situación les sugiero que se tomen las cosas con calma. Nada se solucionará aturullándote ni con cara de malhumor. Lo mismo me da leer la prensa en la mecedora que en la ambulancia. Y también da igual meditar en casa que camino del hospital. Calma, pues. Confíen en los profesionales de la salud. Siempre les admiré desde que, de niño chico, leía las novelas de Pearl S. Buck donde se relataban historias de médicos abnegados.

Entando casi en Calella de Paco Mías caigo en la cuenta de que ayer me faltó decir algunas cosas sobre Pablo Casado. Especialmente de sus relaciones con la Ayuso. Este es el momento de enhebrar el hilo.

Pablo Casado le dio el finiquito de la portavocía parlamentaria a doña Cayetana por entender que tan encopetada señora le estaba haciendo la cama. Casado no estaba seguro de que las artes y las mañas de la aristócrata –persona leída y viajada— no  le jugaran una mala pasada. Casado la cesa sin contemplaciones siguiendo el lema de «Quien ficha, destituye». Cosa que le puede pasar, sin ir más lejos, a Koeman un día de estos. Ahora, otra dama intenta mojarle la oreja a Casado. Es de Madrid y se llama Isabel. Isabel Díaz Ayuso. Otra biografía universitaria opaca.

El problema de Cayetana era que tenía un carácter avinagradamente altanero, no solo con sus adversarios, sino también con sus correligionarios.  Cayetana provocaba más bien un indisimulado repelús a los  más cercanos y fuertes adhesiones a quienes tenía lejos. La Ayuso es otra cosa. Atención: le achacan una fidelidad a Casado y al grupo dirigente del PP que nunca ha manifestado en público ni en privado. Es como Esperanza Aguirre, pero con aires zarzueleros, entre Agua, azucarillos y aguardiente y La revoltosa. Es en todo caso, la niña que hubiera querido tener Vox.

Hay contrastes no irrelevantes entre Casado y Ayuso. Casado no puede admitir la bravuconería de los sables oxidados, porque en la Unión Europea le señalarían con los cinco dedos de la mano derecha. Ayuso no ha tenido empacho en justificar y mostrar su cercanía a los manifiestos de los milicos. Ninguna autoridad del partido ha hecho una cosa igual o similar. Entiendo que la postura de Ayuso no obedece a un acto de atolondramiento, sino a una opción meditada, es decir, ser un polo de referencia no solo para Vox sino para su propio partido. Por lo que, así las cosas, Ayuso es doblemente insurrecta: a la Constitución y a su propio partido. Y, sin embargo, Casado calla. Casado empieza a olvidar lo de «cría cuervos que te sacarán los ojos».

Mañana será otro día. Me despido del personal sanitario con un sincero «Gracias, muchas gracias».

 

Post scriptum.--- Un político puede ignorar el teorema de Ceba. Pero debe saber que «lo primero es antes», según enseñaba don Venancio Sacristán, mecánico ajustador y filósofo de Chinchón.  

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