Pablo Casado es
él y las circunstancias que ignora. No son irrelevantes: desconoce que la
sociedad fordista, que tanto ha infectado la política, es ya pura herrumbre;
no está al tanto de las consecuencias de
la desaparición del bipartidismo. Y, por supuesto, es incapaz de tomar nota de
la acelerada desagregación del independentismo catalán, dividido y confrontado
entre sí. Más todavía, Casado no ha
sacado conclusiones de la derrota, política y policial, del terrorismo etarra,
porque la rendición de la banda no se
hizo bajo gobierno del PP.
Casado
tampoco se ha enterado de que el cura Bergoglio
–el hombre de las suelas agujereadas— es realmente inquietante. Y lo peor del
desbarajuste del almacén de los errores: Casado pensó y dijo públicamente que
Vox era la consecuencia del tancredismo de Mariano Rajoy. Los votantes de Abascal volverían
al redil pepero en pocos días. Sin embargo, las campanas no tocaron a gloria: Vox creció y se
multiplicó con Casado, con el llamado exageradamente ´nuevo PP´. Muchos errores y
demasiado importantes.
De
hecho, Casado es hijo de la rigidez dogmáticamente ideologicista de Aznar, que es Él y las
circunstancias que impone. Fue una joven promesa que, con una biografía
universitaria todavía opaca, hizo el trívium y el quadrivium en las aulas de la
FAES y el postgrado
en los platós de las tertulias
televisivas. O sea, dos lugares donde impera la magia de la palabra huera y la
negación sistemática de lo que dice o propone el interlocutor. Por lo que la
formación intelectual de este caballero es la negación, la trapacería verbal,
la técnica de los rábulas patrios.
Casado
es deudor de las grandes verdades inventadas que han afirmado que España sólo
se diferencia de Dios en que tuvo principio: la fundó Túbal, quinto hijo de
Jafet –y, por tanto, nieto de Noé-- al
grito legendario de «España es Madrid y Madrid es España». Y, a pesar de esas garantías, afirma que
«España se rompe». Seguramente es una ruptura astillada que viene desde los
tiempos de la batalla de Guadalete, en justo castigo divino por lo
inescrupuloso de los amoríos adúlteros del rey Rodrigo. Aunque hay romances que
afirman que «Si dicen quién de los dos /
la mayor culpa ha tenido / digan los hombres la Cava, / y las mujeres,
Rodrigo». Un primer apunte de la división de las dos Españas.
Grandes
almacenes Casado S.L, errores a granel y detall. Afirmó que, una vez caído
Rajoy, el gobierno de Pedro Sánchez tenía los meses contados. No ocurrió, ni
tampoco hubo explicación casadiana
del por qué. Después dijo con el desparpajo de su acné juvenil que la pandemia
acabaría con el gobierno. Tampoco sucedió. Ni menos todavía ha dado
explicaciones de su desacierto. De manera que podemos insinuar lo siguiente:
los errores de Rajoy fueron el resultado de la indolencia de su colodrillo,
pero los de Casado son el fruto del atolondramiento de quien tiene sus neuronas
permanentemente en barbecho.
¿Mejor
para España? No, padre. Porque esos grandes almacenes son una rémora o –mejor
dicho-- una distorsión. Grandes
almacenes o el resultado de la pertinaz sequía de una derecha ilustrada. O
Ciudadanos toma nota de todo ello o quedará como una chuchería de la política. O
como acompañante ancilar de Casado, graníticamente inamovible como los Toros de
Guisando.
Post
scriptum.--- Don Venancio Sacristán: «Lo
primero es antes».
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