Noche,
todavía cerrada, desde el trayecto de Pineda de Marx
a Mataró de Joan Peiró.
La
noticia se extendió velozmente: Salvador Illa,
el hombre tranquilo, encabezará la lista de los socialistas catalanes para las
elecciones autonómicas del 14 de Febrero.
La
cosa tiene su importancia: de un lado, rompe el monopolio que circunscribe el
debate entre Esquerra
Republicana de Catalunya y el partido de Waterloo; de otro lado, hace saltar con un
fuerte blinco al PSC, sentado en la chaise longue. Por lo demás, Illa ha cosechado una notable
popularidad por su gestión contra la pandemia. En consecuencia, puede ser un
revulsivo. De momento lo es, que es cosa de agradecer ante las noticias de Radio Macuto del peligro de
una muy elevada abstención.
Que
Illa amenaza el monopolio independentista y la modorra de la oposición lo
demuestra el hecho de cómo ha sido recibida su candidatura. Las derechas –Waterloo, Ciudadanos y el PP-- han echado toxicidad por sus colmillos retorcíos . De momento, ERC ha dado una respuesta
elegante. Atención, pues, a ese dato por lo que pueda representar o querer
decir.
Son
chocantes los regüeldos de las derechas. Acusan a Illa de irresponsable por
dejar el Ministerio de Sanidad en plena pandemia. Curiosa lógica, que rivaliza en
casuística con los dicharachos de Fray Gerundio de
Campazas, fraile remendón imaginado en el siglo XVIII por el padre Isla. Pero ¿no
habían dicho que Illa era un inútil rematado? Memoria flaca la de estos zotes.
Pero
la cosa no quedará ahí. La bronca contra Illa arreciará y no será uno sólo
quien acuse al candidato socialista de haber creado él –y no los chinos— el coronavirus.
La derecha es ansí. Lo creerán los
necesitados de alimentos caco—espirituales.
La
ambulancia se para en Mataró. Noche cerrada todavía que me impide reconocer en qué barrio estamos.
Le pregunto al paciente, una vez instalado en el sillón, en qué parte de la
ciudad estamos. Su respuesta avinagrada: «Esto es la antigua Rocafonda, que
ahora se llama Rocamora, porque está llena de inmigrantes moros, que se han
hecho los dueños». Habla con un fortísimo acento del Sur. Le doy un grito que
espanta al conductor: «No procede, caballero. Es usted un mentecato racista».
(Es el único incidente que he tenido en estos treinta y seis viajes de casa a
can Ruti).
Hasta
nunca Dos mil veinte, ni se te ocurra volver.
El
día 4 del nuevo año volverá la ambulancia y ya me quedarán sólo tres viajes.
Post
scriptum.--- En Santa Fe teníamos un anciano cura,
don Salvador, que desde el púlpito exclamaba: «¡Que
llueva, pero que sea parejo!», un deseo igualitario. Me gusta esa intención.
Pero donde se ponga aquello de «Lo primero es antes», que se quite todo lo
demás. La decía don Venancio Sacristán.
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