A
pesar de lo temprano de la mañana la ambulancia se topa con atascos entre Pineda de Marx y Calella de
Paco Mias antes de entrar en la autopista. Es una fatiga para los
probados conductores que sufren por ellos mismos y por nosotros, personas
mayores. Los atascos, malum signum: despilfarro económico y más contaminación
medioambiental.
Precisamente
otra de la ventajas de la «ley de usos del tiempo», que venimos comentando
estos días, sería la flexibilización y los horarios de trabajo y de vida. Es la
flexibilización positiva, negociada, que eliminaría toda una serie de
patologías de la rigidez en beneficio de una aproximación a la
autodeterminación de los tiempos de trabajo y de vida. Estoy contento. Porque,
por fin, me siento representado por esta idea –la expresada por el secretario
de Estado, Joaquín Pérez Rey— que, de una manera
no tan acabada, ha sido un elemento central en mis escritos sindicales desde
tiempos lueñes. No me importa decir que, sobre este particular, prediqué en el
desierto, cosa que podrán corroborar los sindicalistas de mi quinta. Pérez Rey,
como Marcel Proust, ha ido en busca del tiempo
perdido. Me pregunto si Pérez Rey está en la lista de los 26 millones de
españoles fusilables que, según parece, tendría en cartera ese general
zaborrero.
Afortunadamente
la ambulancia sale del atasco. Atasco el que tiene Waterloo en la composición
de su lista para las elecciones autonómicas que se harían –si don Rafael Ribó no tiene
inconveniente-- el día de san Valentín.
Una vez aclarada la cabecera de cartel –con Laura Borràs en primer lugar-- los diversos grupos de Waterloo tocarán a
rebatiña para situar a sus ahijados en lugares de salida. No será pacífica esa
elaboración. Todos ellos han interiorizado que vienen curvas. Por lo demás, el
sector más tradicional está que trina con la Borràs. Es un personaje inquietante:
su carrera política la ha hecho en las vicisitudes del procés. Ahora, ese sector se escandaliza, pero no cae en la cuenta
que es una consecuencia de la política de ´fichajes´ de Artur Mas. Es lo que
tiene esa técnica que la política ha importado. Se ficha a personas que, sin cursus honorum, pasan directamente a los
primeros lugares de las listas electorales. Malum signum.
Se
aceran, pues, las elecciones autonómicas. A don Rafael Ribó que, en el fondo
quisiera que se retrasasen hasta que Waterloo se pusiera pantalones largos,
parece que nadie le hace caso.
Me
pregunto por qué la izquierda catalana no pone la misma fuerza en el corredor
del Mediterráneo que Ximo Puig, ¿otro fusilable?
Mucho sobre ello ha escrito mi amigo Manuel Gómez
Acosta; lo más seguro es que don Manuel no sería fusilable porque es
hijo del cuerpo. O la izquierda catalana hace suyo ese proyecto o nadie lo
tendrá en cuenta. El corredor del Mediterráneo es una potente interferencia –europea
y doméstica-- para los independentistas; para el Partido Popular es un vade retro, porque (según
ellos) es una chuchería de la izquierda valenciana. Es la miel en la boca del
asno de la calle Génova.
A
mi juicio es un proyecto progresista y, además, procura una fuerte fisicidad a
la concreción de la España federal. Vale, la izquierda catalana pone el énfasis
sobre el carácter federal de España, pero –lo digo sin melindres-- eso es todavía
pura metafísica. El corredor del Mediterráneo es, en cambio, algo concreto,
factible, necesario. Para más información, lean a Enric
Juliana hoy en La Vanguardia: La Commonwealth mediterránea.
Mañana
doblo el pico. Pasaré el Ecuador de mis viajes ambulanciescos. Sólo me quedarán
otros 19 paseíllos. Bonum signum.
Post
scriptum.--- La España federal. Vale. Pero «lo primero es antes», que decía don
Venancio Sacristán. Un día lo pondremos en
inglés para darle mayor empaque.
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