Tengo
a Íñigo Errejón por una persona inteligente. Su
marcha de Podemos, sin embargo, le perseguirá siempre. Fue una salida
inoportuna, fruto quizá de unas previsiones exageradas. En todo caso, mucho ha
llovido desde las últimas elecciones generales que tan poco caritativas fueron
con Errejón. Mucho ha llovido y, posiblemente, mucho haya reflexionado nuestro hombre.
Tal vez haya pensado en las posiciones que enfrentaron a Santiago Carrillo y Fernando
Claudín. Con el paso del tiempo, Santiago fue acercándose a los
planteamientos de Fernando, aunque –como es lógico en estas lides
políticas-- nunca lo reconociera. Dejémoslo
aquí.
Las
cosas están así: Pablo Iglesias y los suyos
están en el gobierno. Intentan concretar un conjunto de derechos y solucionar
toda una serie de problemas de las personas de carne y hueso; Íñigo Errejón está
paseando su soledad por los pasillos del Parlamento, proponiendo iniciativas de
progreso para que las concreten otros, o sea, el gobierno de coalición.
Me
pregunto si, dados los problemas de todo tipo a los que se va a enfrentar el
gobierno, no sería conveniente que Íñigo y los suyos volvieran a Podemos.
Observo que nunca estuvo Pablo Iglesias tan cerca de lo que decía –o insinuaba-- Errejón en todos los Vistalegres que en el
mundo han sido. Y si esto es aproximadamente así, ¿qué sentido tiene seguir
separados? Puro despilfarro. Oiga, no declinen el verbo procastinar.
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