lunes, 3 de febrero de 2020

El Dedo de Puigdemont




Con tanta cena los candidatos a liderar el partido post post post convergente y, de retruque, aspirar a la presidencia de la Generalitat de Cataluña, corren el riesgo del sobrepeso. Son cenas de búsqueda de clientes y de exhibición del palmito de cada cual de los aspirantes. Siete, son siete, dijimos el otro día, según fuentes fidedignas. Trabajo inútil.

Trabajo inútil estos chicoleos, si es que nos atenemos a las experiencias recientes. Veamos, Carles Puigdemont mostró su dedo y señaló a Quim Torra como heredero. Era el único que garantizaba a Waterloo obediencia ciega y fe del carbonero. Lo que dijera el partido, o cualquiera de las fracciones del partido heredero de las nievas de antaño pujolianas, se lo pasaba Waterloo por la cruz de los pantalones. Así, dicen, se las gastaba aquel famoso Tigre del Maestrazgo por tierras de secano y regadío.  

Carles Puigdemont tiene donde entre escoger en el grupo de los siete o fuera de ellos. Quien más y quien menos cuenta con una nutrida biografía de bravatas y aspavientos, de anacolutos y disparates suficientes para que el Dedo le señale. Quien vaya con retraso –no lo duden ustedes— recuperará el tiempo perdido. Y finalmente: «Tú eres mi hijo en quien tengo puestas todas mis complacencias», dirá el Dedo íngrimo del hombre de Waterloo.  Y, tras la señal del Dedo, un consejo: «Se debe engañar a los niños con las tabas, a los hombres con los juramentos». Según unos estas fueron las palabras de Lisandro; otros afirman que de Filipo de Macedonia.

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