Algún que otro conocido me
pregunta qué necesidad tenía de significarme participando con otros amigos de
muchos años en la creación de una plataforma contra la independencia de
Cataluña y la farsa del referéndum del día 1 de Octubre. Y un saludado me dice:
«Llevas veinte años alejado de la vida política activa, ¿por qué te metes en
ese fregado?».
Mis respuestas son estas: primero,
porque creo que debo hacerlo; segundo, porque lo que estoy haciendo no
contradice nada de lo que siempre dije sobre el particular; y tercero, porque
no quiero que la solución de cualquier problema me sea dada desde arriba, de cualquier arriba. En
resumidas cuentas, estoy firmemente convencido de lo que se dice en nuestro Manifiesto para el acto del día 22 de
septiembre en Barcelona (1).
Callar en estos momentos me hubiera significado un problema de
conciencia y, además, un excesivo consumo de bicarbonato para tranquilizar mi
estómago. Y, a mi edad, es un derecho—deber cuidarse.
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