Joan Tardá
es una persona templada. No pronuncia una palabra más alta que otra. Sosegado,
tranquilo. Y generoso. Es verdad que son pocos los que comparten mi opinión y
le afean una exaltada verbosidad, unos aspavientos desmesurados. Amén de un carácter irascible. Exageran, Joan
Tardá es un bendito de Dios.
Este hombre ha tenido la
amabilidad de hacer involuntariamente propaganda del acto que hemos anunciado
en la entrada anterior de este blog (1). Ciertamente, con ese toque de humor
que caracteriza al diputado. Un humor londinense, se diría. Le quedo muy
agradecido, pues la cuadrilla que organizamos ese acto Contra
la independencia de Cataluña y la farsa del 1 – O somos cuatro y el
cabo. Ojalá se animen sus correligionarios y nos ahorren esfuerzos que, a
nuestra edad provecta, suelen tener repercusiones.
Solo le haría un amable reproche:
no entiendo por qué se mete solamente conmigo, habida cuenta de que somos unos
cuantos más los primeros convocantes del acto. Oiga, no se reprima. Reparta
usted el humor equitativamente.
Cambio de tercio. El presidente
de la ANC ha declarado que hay que ir a la independencia «sea cual sea la
participación en el referéndum». Este caballero me recuerda al legendario
maestro Ciruela, que no sabía leer y puso escuela. Joan Tardá hubiera dicho lo
mismo, pero con más elegancia.
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