He
estado a punto, hoy, de hacer rabona, es decir, no escribir nada en el blog.
´Hacer rabona´ decíamos los niños santaferinos cuando nos saltábamos la
escuela, que en otras partes llaman ´novillos´. Pura indolencia. Pero me he
topado con una noticia que quiero compartir: una noticia que me ha provocado,
primero hilaridad y después honda preocupación.
Debo
decirles a ustedes que soy un fervoroso lector de las cartas al director de los
periódicos que leo. Entiendo que es un irregular género literario al que casi
nadie le ha prestado atención. Algunas de las cartas son auténticas obras
maestras y, por supuesto, son fuentes imprescindibles para los sociólogos e
incluso para los historiadores.
Al
grano. En La Vanguardia de hoy, un lector, nos relata una anécdota que no me he
resistido a compartirla con ustedes. Es corta, por lo que la reproduciré
íntegra.
«En
el aeropuerto de Eivissa se eige rellenar
un formulario para el control de la covid. En una casilla pone de qué
comunidad eres y en otra preguntan “el estado”, y la señorita que me ayuda a
rellenarlo, de no más de 25 años. Muy amablemente me dijo que de momento
pusiera España, porque de la manera que está la cosa en Catalunya… Me quedé de
pasta de boniato, pensaba que era un chiste confundir el estado civil de una
persona con el Estado (país). ¿Hasta
dónde habrán llegado los políticos con los jóvenes para que pase esto?»
Y
nuestro hombre firma la misiva.
Un
caso chusco del que se pueden sacar mil y una reflexiones, entre ellas (aunque
no sólo) las que indica el lector, porque también hay una responsabilidad
personal de la joven azafata en administrar sus conocimientos.
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