Las
cosas no le están saliendo bien a Pablo Casado. Este caballero había descargado una deposición
mental que se basaba en que Pedro Sánchez no
aguantaría los efectos de la pandemia. Así pues, confiaba en que la devastación
que podía generar el virus le llevaría al podio. Por ello no movió ni un dedo,
toda su estrategia se basó en sentarse en la puerta para ver pasar el cadáver
del enemigo. Además –debió pensar mientras imaginaba estas fabulaciones-- la economía mandará al gobierno progresista a
freír espárragos. Nuevo tancredismo adobado con las ayudas, gratis et amore,
del Batallón Lesmes más
la bronca tabernaria cotidiana. Para más inri el caballerete Casado observa
como el pío Fernández Díaz y
su troupe policial corren el peligro
de ser enchiquerados en los toriles de Soto del Real. Casado no quiere saber
nada sobre ese particular, aun cuando en aquellos momentos era destacado
miembro de la dirección ´in illo tempore rajoiano´. De manera que Casado tiene
motivos para tener los nervios disparados, la lengua desenfrenada y la cabeza
en completo desorden. Demasiado tierno (ternico
diríamos en Santa Fe, capital cultural del
Reino de Granada) para tantos y graves problemas.
Las
cosas son aproximadamente así: hay despegue en la creación de empleo; de hecho,
España recupera 9 de cada 10 empleos perdidos durante la pandemia. Cierto,
todavía deja mucho que desear la calidad de esos empleos. Las empresas que han
sido las locomotoras vuelven a recuperarse, obteniendo beneficios. Esta es una
realidad que no admite panglossismo ni las pompas fúnebres que trasmite Casado.
Ni las campanas al vuelo, ni la retórica avinagrada. (Ojo, ojo con la
inflación).
Con
todo, lo grave es que en el altiplano del Partido
Popular nadie le haga una observación al jefe. Nadie quiere jugarse el tipo ante los poderes estatutarios
del mandamás. Ni quiera aquellos que han sido minusvalorados por Casado –los
presidentes de las comunidades autónomas del
PP— cuando este ha ladrado contra el avance de la vacunación en España.
Casado
o la inútil estridencia. Igualico, igualico que el hombre de Waterloo.
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