lunes, 26 de abril de 2021

Madrid en abril, broncas mil


 

El maestro Enric Juliana, hablando de la  inquietante situación política madrileña dice que se ha pasado «de la terraza a la trinchera». Juliana es una persona temperada y tiene el sosiego intelectual que da la sabiduría recibida de sus maestros. «De la terraza a la trinchera» es el íncipit de su artículo de ayer, domingo, en La Vanguardia. Es una formulación brillante y aproximada de los acontecimientos madrileños. Con todo, un servidor no sabría discernir la distancia de dicha frase con lo realmente existente. Aproximada, ciertamente, pero no sabría decir hasta dónde.

Lo cabalmente cierto es que la campaña electoral del 4 de Mayo ha agudizado el diapasón del clima, extraordinariamente áspero, que se vive en Madrid. Tengo para mí que esa situación es la más preocupantemente grave de cuantas lizas electorales se han dado desde 1977. Una situación con momentos de violencia física, palabrerío amenazante y gestos inauditos como el envío de ese sobre con balas al Ministro Marlaska, Pablo Iglesias y María Gámez, directora general de la Guardia Civil. Es una coyuntura que alcanza el momento de mayor paroxismo con la tristemente célebre intervención de la Monasterio (Vox) en la SER. Monasterio que, fundamentalmente, expresa en ese debate radiofónico la exasperación porque las encuestas le dan unos resultados paupérrimos. Téngase en cuenta que ese momento de altísimo voltaje se produce tras conocerse los resultados de la encuesta del CIS que explica que todavía pueden haber sorpresas favorables a la izquierda. Necesita, por lo tanto, echar gasolina a un edificio que ya está suficientemente recalentado. Los sucesos ya los conocen ustedes al detalle.

La verdad sea dicha: el clima político de Madrid –sea exagerada, metafórica o como quiera que sea la expresión «de la terraza a la trinchera»-- es realmente calamitoso. Pero, más preocupante todavía es que haya quienes piensen que por fas o por nefas ese clima le es rentable electoralmente: Ayuso, empujando a Monasterio a la bronca desesperada y ésta pensando que las bravuconadas histriónicas pueden ir rebañando adhesiones –votos--  del alma de los apostólicos. La una y la otra procurando traducir al carpetovetonismo el gran embrollo que creó Trump y sus secuaces.

Así las cosas, tengo una preocupación que no se me quita de la cabeza: las izquierdas madrileñas no están suficientemente armadas antes y durante (por lo menos hasta ahora mismo) esta campaña. Un sector de la izquierda entendió, sí, que frente al climax, peristálticamente violento, de Ayuso—Monasterio había que responder con «a las cosas, a las cosas, a las cosas». Otro sector prefirió poner el acento en los peligros del fascismo y en reforzar el antifascismo. Ángel Gabilondo, hombre prudente confundió en los primeros momentos la campaña y la confrontación con un seminario en La Sorbona sobre la Ética a Nicómaco.

La calculada y programada provocación de Monasterio en el debate de la SER establece una cesura en la campaña: la audiencia puede oír que Monasterio puede provocar que Iglesias abandone la discusión y, más tarde, lo haga igualmente el resto de la izquierda. Y más todavía, esa intervención de Monasterio, previamente calculada, consigue que se anulen todos los debates electorales en la comunidad de Madrid. Lo que, a los pocos entendidos en estas lides, nos parece que a quien perjudica realmente es la izquierda.

Otra derivada es: que, a partir de ese momento la izquierda no hable de «a las cosas», sino del problema de «o democracia o fascismo». Las vanguardias políticas de las izquierdas han picado en el anzuelo que los estrategas de Vox lanzaron a ver qué pasaba. Estos seguirán con las letanías apostólicas, mientras que las izquierdas, abandonando «las cosas», responderán a su vez metafísicamente.

Todavía es posible rectificar y volver «a las cosas, las cosas, las cosas». Todavía.

Mis amigos, conocidos y saludados de Madrid harán bien en meditar con premura el fenómeno Biden. Este anciano presidente supo, desde el primer momento (y así lo dijo en su primera comparecencia la noche de su triunfo electoral), que la recomposición del pueblo norteamericano –o sea, reducir el trumpismo y sus circunstancias— pasaba por la fisicidad de las cosas de la vida.

Oigan, ¿se han informado ya ustedes de las grandes realizaciones de Biden en sus primeros 100 días? Digo realizaciones, no promesas. En los terrenos de la lucha contra la pandemia, económicos, sociales y en lo atinente a la cuestión ecológica?

En concreto, todavía hay tiempo para cambiar lo «de la terraza a la trinchera» por lo de «de la política a las cosas de comer». Pero tal vez lo que digo sea la consecuencia de un setentón que empieza a tener más alifafes que ideas juiciosas.

No hay comentarios: