Todo
el complejo político—institucional de la Justicia se vio ayer sobresaltado por
un fuerte seísmo cuyo epicentro fue la Audiencia Nacional. Crujieron, por lo
que sabemos, los mechinales de todos los juzgados de la piel de toro, tras la
decisión de la Sala de lo Penal de sentar en el banquillo al conjunto de la
familia Pujol – Ferrusola.
¿Tarde? No, muy tarde. Pero, en fin, así están las cosas.
En
todo caso, vale la pena recordar que la amenaza de Jordi Pujol en su famosa comparecencia en el
Parlament de Catalunya ha caído en saco roto: más o menos vino a decir que
quien meneara las ramas de los árboles podría encontrarse con la caída de miles
de pajarillos. Ha sido el revés, los pajarillos –más bien, pajarracos-- han ido cayendo, algunos a docenas, y
finalmente el otrora poderoso Jordi Pujol parece ser una de las guindas más
espectaculares de la reciente historia de la corrupción.
Conmoción,
también, en toda la vida política: tengamos la osadía de señalar que la impunidad
es una cosa cada vez más rara en nuestro país. Hace años la impunidad estaba a
cascoporro, ahora ha cambiado sensiblemente.
Conmoción
en amplios y significativos sectores de independentismo catalán. Que, en esta
ocasión, ni siquiera pueden tirar de la cacofonía para justificar al confuso
mago de las finanzas que, a partir de un momento dado, se disfrazó de primer
dirigente del nacionalismo catalán para no infundir sospechas.
Ojo
al Cristo, Waterloo: también
vosotros habéis achacado a Pablo
Casado que viene de las raíces y corrupciones de sus antecesores en el Partido Popular. Es cierto.
Pero esa lógica maciza vale también para vosotros mismos: vuestro origen es el
mantillo de las macetas que plantó Jordi Pujol y del humus de sus corrupciones
personales y del conjunto de aquel partido que se llamó Convergència, que fue cambiando de
nombre como intento de hacerse perdonar las relaciones de su oscura política
con el parné.
Conmoción
en los palacios de justicia y en los chambaos de los juzgados de guardia;
conmoción en ciertos sectores de la vida política, que ven con cierta perplejidad
que la impunidad va escaseando.
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