La
situación política española se asemeja a una tormenta en un vaso de agua,
azucarillos y aguardiente. Zafarrancho de género chico con pretensiones de
drama calderoniano. No pocos de los personajes que se mueven en esta zarzuela
no han pasado de la regla de tres simple. Pero lo más llamativo es la
estridencia con que se miran y comentan los acontecimientos. Somos el país de
lo esdrújulo. Aquí no hay términos medios; este es el país de las cimas y las
simas.
Ahora,
la burra que no se había ido del trigo vuelve a su trigo: es la burra de la
polarización esdrújula entre los hunos y los hotros, sabiendo que ambas
especies se pueden reproducir y se reproducen tanto en el secano como en el
regadío, en la jara o en bajo de guía.
Los
Idus de Marzo presagian un incremento del voltaje –tanto en la senescencia como
en las caras de acné-- de la política. Covadonga Ayuso ha tirado la primera piedra: «Comunismo o
libertad», que es lo mismo en estos momentos, aunque tenga otros efectos, que decir
«Cuatro esquinitas tiene mi cama / cuatro angelitos guardan mi alma». Esperemos
que Iglesias no muerda el anzuelo y vaya a las
cosas, las cosas, las cosas, que es el único terreno donde puede batir a su
contrincante. Y que no la subestime.
España
es también un mentidero a granel. Y, parafraseando al maestro Enric Juliana, se diría que aquí se comenta la
situación más de lo que podemos engullir. El vaso de agua, azucarillos y
aguardiente provoca más parloteo que el debate inconcluso de por qué Aníbal no atacó a Roma cuando
parecía que las cosas le iban rodadas. Hannibal ad portas.
«Comunismo
o libertad» es la leyenda que Covadonga Ayuso bordará en el escapulario de sus
cruzados. Iglesias debería aprender de aquel Ortega,
el filósofo de Borox, que para ciertos menesteres recomendaba «parar, templar, cargar y mandar». En
definitiva, Iglesias debe zafarse de la presión pastueña de sus adversarios y
escoger él mismo el terreno de juego.
Sin
embargo, lo que estamos refiriendo --«agua, azucarillos y aguardiente»-- tiene
su complemento. Son los comentarios de quienes, cicateros vocacionales o por
subvención, rebajan el corajudo gesto político de Iglesias y lo explican estrambóticamente;
es la ensoñación del tertuliano que pone una vela a san Antón y otra a la
Purísima Concepción.
Esta
la tesis de los prudentes. Iglesias
ya tenía previsto dejar el Gobierno y contar como substituta, en principio, con
su señora esposa. Puro calisay.
La
cuestión es –al menos, en este caso-- en
no significarse aludiendo al novísimo hecho de que un vicepresidente deja el
gobierno y se dirige a la incertidumbre. Aplaudir en vida sigue siendo raro en
este país. Tampoco aplaudieron a Eugenia de Montijo
que «dejó las aguas del Darro por las del Sena».
Post
scriptum.--- Iglesias debe visitar la
ciudad de Chinchón y allí recordar a don Venancio
Sacristán con «Lo primero es antes»
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