Hoy
son los Idus de Marzo. La del alba sería cuando leo, estremecido, el final del
artículo del maestro Enric Juliana, hoy en La
Vanguardia: «La campaña concluirá el 2 de Mayo. La izquierda puede ser pasada a
cuchillo». Comoquiera que Juliana no es amigo de tremendismo no es cuestión de
tomárselo a broma.
Hoy
–he dicho más arriba— son los Idus de Marzo. A media mañana, la orientación de
los Idus, adquiere una variante: Pablo Iglesias,
el Joven decide encabezar una lista unitaria aunque después de las elecciones
cada sujeto coaligado disponga de su propio grupo parlamentario.
Me
parece una idea conveniente. De eso hablamos ayer. La sopa de letras de la
izquierda minifundista garantiza el triunfo de Covadonga Ayuso; una lista de lo que
convencionalmente se llama izquierda del PSOE
es, sin embargo, una fuerte hipótesis de victoria. De manera que la idea merece
ser celebrada por todo lo alto. De igual manera no se deben escatimar elogios a
la corajuda decisión política de Iglesias.
Digamos
las cosas sin tapujos: el revulsivo está servido. Y, de entrada –haciendo de
tripas, corazón, a la derecha le ha dado un ataque de alferecía-- el movimiento sísmico producido augura un incremento
de la participación durante la campaña y el día de las elecciones.
Interesaría
poner de manifiesto dos consideraciones: los coaligados necesitan acumular,
disponer y gestionar temple a raudales. Calma: a la temeraria consigna de los
ultras («o comunismo o libertad») propia del Almagesto de lo más rancio del
parné y el escapulario no se le puede contestar con la vulgata del Quinto
regimiento («o fascismo o libertad»). Hay que ir a las cosas, a las cosas, a
las cosas.
Por
último, dos enemistades podría tener la candidatura unitaria: la falta de
tranquilidad y la negativa de quienes, han sido zaheridos, impidan que se
cicatricen las heridas. Temple y parches sor Virginia. Esto es el «antes» de lo
«primero» que diría el progenitor de nuestro Pepe
Sacristán. O sea, don Venancio.
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