Los independentistas de la cabaña de Waterloo tienen una especial relación con el tiempo. No con el atmosférico, sino con ese que estudiaron en su día los físicos de antaño (espacio dividido por la velocidad), que después matizó Einstein hasta hacerlo irreconocible o con esa categoría, la durée, sobre la que filosofó muy francesamente Henri Bergson.
En
las cosas del tiempo, los independentistas, de manera rutinaria, han puesto en
marcha un extraño paradigma que sólo tiene vigencia para ellos mismos. Fijaron
el tiempo que conduciría a la independencia, determinaron el tiempo que duraría
el procés, y –sobre todo— esculpieron en su estrambótico
almanaque la hora, el día y el año en que España –o el Estado español-- estallaría por los aires. Suerte que en los muy
viejos tiempos alguien acuñó la celebérrima expresión «cinc minuts de pagés» (cinco
minutos de payés) como unidad de medida abstracta e interpretada siempre a
gusto y discreción del que da largas al asunto. Cinco minutos de payés es el
arbitrio del espacio—tiempo del independentista. Su objetivo no es otro que
atemperar los nervios de la impaciencia gratuita.
No
hablamos por hablar. Primer ejemplo, la Consejería de Salud dice que «la
vacunación en masa será después de Semana Santa». Se ignora la relación entre vacunar
y su realización física sea necesariamente «después de Semana Santa». Extraña
situación: tomamos nota de que el domingo pasado se han puesto en Cataluña sólo
188 vacunas. ¿Han oído? De donde se infiere que el tiempo de vacunar en Cataluña, en manos del independentismo, tiene
una extraña velocidad. Por ejemplo, a un servidor –setenta y ocho años-- todavía está sin vacunar. ´Pacencia´.
Extraña
velocidad en ese elemental algoritmo espacio es igual a velocidad por tiempo (e
= vt) cuando, también desde Waterloo, se afirma que «Cataluña puede tener
gobierno en días o semanas». Una imprecisión que se formula a cosica hecha para
significar que Aragonès Garcìa,
como La Tarasca granadina del Corpus, sólo es
útil para anunciar la moda de primavera—verano.
Cuando
el tiempo se confunde con la ratafía
se abre la posibilidad de que Cataluña pueda ir todavía peor. Empezará a
levantar cabeza cuando, siguiendo al filósofo—tornero de Chinchón, aprenda que
«Lo primero es antes».
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