La
Junta directiva del FC
Barcelona, con su presidente a la cabeza, ha sido detenida por la unidad
de delitos económicos de los Mossos. Josep Maria Bartomeu no ha
huido a Waterloo ni a ninguna parte.
Era
lo que le faltaba a Cataluña, y más concretamente a Barcelona, para descender todavía
más a la insignificancia; a esta Barcelona, que por su carácter de ciudad
global sufre las más directas consecuencias de los efectos devastadores del
independentismo y, en estos momentos, de la violencia subvencionada en sus
calles; una violencia que es, a la vez, fuerte exigencia de cargos y carguillos
en el próximo gobierno y puestos en la mesa del Parlament.
El
Barça, independentista de achicoria, ha sido el valedor de los
zascandileos de la política secesionista
pata negra. Pero la junta directiva no ha sido detenida por ideas o
comportamientos políticos, aunque no sería de extrañar que, para darle lustre
al asunto, haya quien los incluya torticeramente en la nómina de los «presos
políticos».
Decimos
que es lo que le faltaba a Barcelona, porque a los cinco minutos de las
detenciones la noticia corrió como la pólvora en los telediarios de Tokyo y
Pekín, de Nueva York y Buenos Aires, de Londres y Milán, de Cazalla de la
Sierra y Archidona. Con más cobertura y detalle que la detención de Sarkozy, que –como el rey
del moro zarzuelero-- «lo tuvo tó y no
tiene ná».
Barcelona
–fútbol y política al baño María-- tejiendo
y destejiendo como Penélope: durante el día, el sindicalismo confederal y las
organizaciones empresariales defendiendo a duras penas el tejido productivo y
encomendándose a san Pancracio, abogado de la salud
y el trabajo, para que vengan inversiones;
por la noche las diversas behetrías del independentismo haciendo
justamente lo contrario, desbaratando lo que se ha tejido.
Por
lo demás, nótese el espejo de estas vidas
paralelas situación política catalana y vicisitudes de la primera entidad
deportiva de la ciudad: hace años que se nutren del mismo condumio que les está
sumiendo en la decadencia. Ya hemos hablado de ello: es la parábola
descendiente de Cataluña. La una y la otra lo fueron todo; ahora son la
radiografía de la futilidad. Y, de momento, el método que proponen los
salvadores –de Cataluña y del club de fútbol— pasa más por lo que no debe ser
que por aquello que tiene que ser.
¿Exageramos
algunos cuando hablamos de ´decadencia´? La palabra la tiene Antoni Puigverd, una personalidad del periodismo
templado, un autor que no dice –ni escribe--
una palabra más alta que otra: «Moribunda es la situación del país».
Punto
final: Cataluña que se aísla del mundo; el Barça que va perdiendo peñas a lo
largo y ancho de la piel de toro. «Nosaltres
sols»
Post
scriptum.--- «Lo primero es antes»,
proponía don Venancio Sacristán, de los
Sacristán de Chinchón de toda la vida, mientras encendía su caliqueño.
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