No
pocos peatones de la historia –vivos o muertos-- están en un lugar más alto que los llamados
administrativamente próceres. Uno de ellos era Antonio García Castillo, Antoñito el Pestiñero, de motrileña natío.
Era
algo así como el jefe de los aprendices de aquella fábrica mataronesa de cajas
de cartón. Era el campeón a sus dieciséis años de dos portentos naturales: sus
eructos que eclipsaban las máquinas y su depurada técnica de silbar. De los
eructos no hablaré, pues ni dio ni quitó fama al joven motrileño.
Era
el caso que con excesiva frecuencia el Pestiñero silbaba fragmentos de Las
Cuatro estaciones de Vivaldi. Un día me acerqué
a su máquina y explicaba a sus conmilitones lo hijos de puta que eran los
americanos que no paraban de tirar bombas contra el Vietnam. Y le daba
nuevamente a Vivaldi.
Entendí
el mensaje: el Pestiñero había lanzado una botella al mar a ver quién la
recogía. Las Cuatro estaciones era la sintonía de Radio España
Independentiente, la Pirenáica, la
voz de los comunistas españoles. El Pestiñero estaba lanzando cables para
´volver´, él y su familia, al Partido, al partido de Dolores.
Quedé
con él a la salida del trabajo, me llevó a su casa, allá arriba del todo, en la
barriada de Cirera que se estaba haciendo a plazos, todavía en aquellos finales
de 1965. Una sola habitación para –creo recordar cinco personas, los padres,
Antoñito y dos hermanas— vivir: guisar, comer, dormir y, sobre todo, el negocio
famiiar, una enorme sartén para hacer pestiños que vendían a las tabernas del
vecindario para acompañar a la copa mañanera de cazalla o aguardiente.
La
familia García había sido detenida en Motril hacia años y llevada a la cárcel
Provincial de Granada. Hablamos del partido, les explico que militarían en la
célula del barrio, que Antoñito iría a
la Juventud Comunista (le pusimos de nombre
Vicentín). Cuando me disponía a irme, casi mareado por el olor de la potente
fritanga, me dan una caja metálica de aquellas de carne de membrillo de Puente
Genil: la abro. Me dicen que esos dineros son las cotizaciones de todos los
meses –muchos años-- tras perder el
contacto con el Partido.
El
día 3 de este mes murió Vicentín. Mis amigos mataroneses esperaron unos días a
decírmelo para no agobiarme más tras la pérdida de la muchacha del 78.
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